Asi funciona la justicia corrupta santiagueña adicta al zamorismo

Como miembros de una sociedad sabemos que tenemos derechos, reglas de comportamiento y convivencia que nos regulan y a las cuales debemos sujetarnos e ir en búsqueda de justicia cuando nuestros derechos entran en colisión o son lesionados por terceros ante quienes tienes obligación de aplicar o hacer cumplir su mandato. De lo contrario, la vida en sociedad seria un caos.

El responsable de la corrupcion institucional santiagueña en los tres poderes, maneja a su antojo el ejecutivo, legislativo y judicial.

Es común escuchar aforismos populares que expresan "la justicia no es igual para todos" o "hecha la ley hecha la trampa" o bien aquella que indica "solo hay justicia entre iguales". Este modo de ver y sentir ciudadano en un Estado de Derecho no es el resultado deseado o perseguido por el legislador al momento de dictar una Ley, por el contrario es el resultado de su mala o conveniente interpretación o aplicación al "caso" concreto, tarea directa que compete en modo exclusivo y excluyente a un puñado de operadores sociales los "Jueces".  Lo bueno o lo malo que resulte de una Ley, depende de lo bien o mal en el actuar de aquellos operadores, llamados por el Estado a quienes confía en su recta  aplicación o actuación al caso concreto.

De hijos y entenados:

No es entonces un problema legal la resultante de las injusticias que muchas veces la sociedad reclama. Le ley es ley. Con ello se circunscribe  su problemática en aquel puñado de operadores -Jueces-  quienes actuando a contrapelo del mandato legal hacen de la ley una marginal interpretación y como resultado su nefasta aplicación que genera finalmente en la sociedad aquellos estados de "injusticia" e "inseguridad" que tanto reclaman o reprochan. 

Cuando el Poder Judicial se contamina, a la larga o a la corta la paz social sucumbe y en respeto por los derechos del otro se vuelve una quimera.    

En lo particular, nuestra provincia registra porcentualmente uno de los indices más altos de impunidad dentro del concierto nacional. Dos de cada cien delitos llegan a juicio oral. Los restantes, se extinguen por acción del tiempo, la inacción judicial y hasta por la complicidad política-judicial. Solo se forman "estadísticas" con fallos de poca monta donde se condenan con penas exorbitantes a los más indigentes, aquellos que no cuentan con defensa privada y son asistidos por la Defensa Oficial del Estado, sin olvidar el  uso extorsivo  que los Tribunales hacen con  los denominados Juicios Abreviados, aquellos donde el inocente resigna condena a cambio de libertad pautada. Un prestigiado Magistrado lo sintetizaba del siguiente modo: "...la justicia es como la medicina, el rico, el que cuenta con medios económicos  asiste a los centros de salud privados con cierto grado de garantía y seguridad de encontrar solución; el pobre, sin recurso, recurre a sistema de Salud Publica con sus grandes falencias humanas y de recursos se sujeta a la buenas de Dios resignado al saberse alojado en una verdadera antesala al cementerio ...". Esa es la realidad que a diario advertimos y los medios masivos de comunicación informan con grandes portadas y titulares para ocultar hechos de real gravedad institucional que pocos o nadie los conoce, menos saben de los entramados que les dan origen. De allí el debate inagotable en el cual discurre los jueces locales favoreciendo a los "hijos y entenados del poder" en desmedro de la justicia misma cual juramentaron "respetar y hacer cumplir". 

Solo los pobres, los indefensos, los que carecen de una real defensa efectiva soportan el peso de la ley. Los otros, aquellos que a diario se enriquecen más a expensas de la falta de alimentos, viviendas, educación, salud y vida digna de miles y miles de niños que no poseen siquiera el derecho alimentario mínimo, son los privilegiados o protegidos por el entramado judicial cómplice del poder que los promueve o expulsa del cargo a gusto y placer.   

Nunca gobierno alguno estuvo sospechado en actos graves de corrupción institucional como el presente. A él se le atribuye por cierto, múltiples obras y avance urbanístico en el microcentro de la ciudad.  Pero más allá de las cuatro avenidas, de los spot publicitarios, de las luces multicolores y de las palmeras existen miles de hombres, mujeres y niños que solo alcanzan una misera ración diaria de alimentos y, ello con ayuda Estatal. Son los rehenes del sistema, aquellos que los políticos solo los computan con un numero en el padrón electoral; ciudadanos de importancia por día con auto y chófer en la puerta de sus ranchos y tranqueras. Triste privilegio, lujo temporario del que pueden gozar cada cuatro años. Después del domingo festivo, como maldito ritual sin termino ni fin sus vidas continua bajo la misma monotonía y las privaciones que ya la saben asumida. 

Pero no es culpa del poder político, del pueblo o sus gobernantes. El Poder Judicial su único responsable y a él debemos exigirles oportuna rendición de cuentas ante tanta obsecuente complicidad.