Juan Ignacio Coria Vignolo, el juez zamorista que no atendió la enfermedad de Llugdar y lo dejó morir en el calabozo, cuando juró el cargo. |
Tampoco supo comprender que “abstenerse a declarar” es una garantía Constitucional. Y Llugdar, como cualquier ciudadano, hizo uso de esa garantía; la misma que usted, magistrado, suele hacer lugar a otros sospechados “amigos del poder”.
Entonces, es correcto arriesgar una interpretación, como que con su molesto silencio, LLugdar pensó garantizar su “vida”. Pero no. Se murió enfermo porque usted no atendió sus ruegos y sus dolencias.
De este modo, el fallecimiento de Lludgar sirvió, eso sí, para aliviar a los reales apropiadores de los campos fiscales de la provincia, a todos aquellos que liquidaron el patrimonio del ente residual del ex Banco Provincia, y a quienes usted, como todos los santiagueños, los conocemos. Claro que como son abogados, escribanos y “operadores” que se desenvuelven con la complicidad del Poder Ejecutivo, usted no tiene valentía ni hombría de bien como para imputarlos y hacerlos desfilar por Tribunales y mandarlos a la cárcel.
Falta menos para rendir cuentas
Pero Coria Vignolo, como los otros “magistrados” de este régimen, van a tener que rendir cuentas de las causas y expedientes que tienen “cajoneados” como un modo de otorgarles impunidad a los “militantes del zamorismo” que, de la noche a la mañana, pasaron de menesterosos a “nuevos ricos”.
Como ciudadano, me avergüenza saber que para mantenerlo preso, impuso una fianza millonaria al malogrado Llugdar. Pregunto, magistrado, ¿en cuántos hechos, más horrendos y graves, impuso usted tan imposible condición? Tendría que saber que el homicidio también existe ante la omisión. Haber negado al detenido su debida atención médica reclamada oportunamente por su defensa, es una grave omisión a preceptos constitucionales y a todos los tratados internacionales. Es su deber cumplirlos, pero optó, irresponsable y temerariamente, pisotearlos y vulnerarlos, obrando como “un soldado” que es capaz de arrastrarse si recibe una orden de “su jefe”.
Por ahora seguirá en el empleo, aunque ya falta menos para que lo llamen a pagar por esta indiferencia frente al padecimiento de un detenido, que en este caso ha sido una “indiferencia homicida”. Su comportamiento se parece a aquellos “jueces” de la dictadura militar que miraban para otro lado cuando los detenidos rogaban atención médica y se los dejaba morir en centros clandestinos.
Jueces de su condición indignan al sentimiento humano y deshonran la honorabilidad del Poder Judicial. Por ello, su inconducta, su desapego a la ley, su desprecio al Estado de Derecho, no sólo afectan al orden jurídico, también asesinaron a Norberto Edgardo LLugdar.
¡Y sépase, usted es de los que no atienden a los abogados, auxiliares de la justicia. Por ello no se lo digo en la cara!
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