Gallo fue contratado por Ramón Edurdo “Cata” Castillo y Jorge Argañaraz para cuidar un campo en la Villa Nueva Esperanza, departamento Pellegrini.
Aquél día, bien temprano, Castillo y Argañaraz llevaron a Gallo en una camioneta Toyota hacia el campo, y nunca más apareció.
Su
madre, doña Lilia Noemí Gómez, sigue, a un año de la desaparición de su
hijo, golpeando puertas y soportando las demoras y las ineficiencias de
la policía y del juez intervinientes.
Su
denuncia en la Fiscalía del Crimen de turno no fue acompañada por
ninguno de los organismos de “Derechos Humanos” ni recibió el
asesoramiento de abogado alguno de los tantos que reciben buenas pagas
por parte del Estado.
Este
miércoles, como casi todos los días, la sufriente madre golpeó las
puertas del despacho del juez Tarchini Saavedra, para “avisarle” que se
cumplía un año de la desaparición de su hijo y que él (el magistrado),
no ha avanzado ni un paso en la investigación.
En
un año de caminar los pasillos del Palacio de Tribunales, la pobre
madre lo único que consiguió es que el juez le entregara algunas de las
prendas que vestía su hijo el día que fue “secuestrado”.
Lo
bueno es que doña Lilia Noemí Gómez ya sabe todo, aunque el juez “se
haga el champi”. Colectó noticias y datos que la llevan a pensar que los
asesinos de su hijo son “gente de mucho poder”, y que no se avanzará en
la investigación porque “hay un claro encubrimiento judicial.
Sólo
espera que Dios y la Virgen le den vida para poder, algún día, ser
escuchada por jueces serios y responsables que “investiguen todo” y
lleguen a esclarecer la desaparición de su hijo y aprehendan a los
asesinos.
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