Por Daniel Nazar.
En estos
tiempos que poco o nada importa el mandato constitucional, vale recordar
a la clase política toda, el sentido y alcance del artículo 1° de la
Constitución Nacional, el cual establece que “La Nación Argentina adopta para su gobierno la fórmula representativa, republicana y federal…”.
Federalismo,
pues las provincias son preexistentes a la Nación y se integran como
miembros de un estado federal, delegando ciertas competencias
reservándose los poderes no delegados para coordinar la organización
nacional con el Estado Federal. Así lo determina el artículo 121º al
indicar “Las provincias conservan todo el poder no delegado por esta Constitución al Gobierno Federal…” y agrega el artículo 122º “Se dan sus propias instituciones locales y se rigen por ellas.”. Conservando sus autonomías al prescribir en su art. 123º que “Cada provincia dicta su propia Constitución, conforme a lo dispuesto por el artículo 5…”.
Es decir, el artículo 5° de la Constitución Nacional marca un límite “el sistema representativo, republicano… asegurando la administración de justicia, su régimen municipal y la educación …“. La
República entendida como un sistema político de división y de control
de poder, a través de la clásica división tripartita (legislativo,
ejecutivo y judicial).
La realidad actual
Hoy
como todas las mañanas advierto en coloreadas paredes de mi ciudad la
más nefasta forma que a nadie parece llamar atención, es la decadencia a
la forma representativa de gobierno y un exhibicionismo más
impúdico de concentración del poder a través de propuestas
electorales hegemónicas estructuradas para asegurar a un solo sector
político el control absoluto de los tres poderes del Estado. Y, lo
hacen, a sabiendas de ser violatorias sus intenciones con aquella
constitución que juraron cumplir y hacer cumplir.
Si
en Santiago del Estero se habilita al Sr. Gerardo Zamora un tercer
mandato consecutivo al frente del poder ejecutivo sea cual fuera la vía
que lo permita, ingresaremos en modo cierto al seguro sendero de una feudalización,
desvirtuando con ello la formula federalista consagrada en la
Constitución Nacional. En nuestra historia política contemporánea nunca
como ahora la democracia esta amenazada y, por lamentable que parezca a
nadie parece importarle. Iglesia, instituciones intermedias, partidos
políticos, ONG, colegios profesionales, sindicatos, etc. etc. están
silenciados al particular.
En otros
términos: en una provincia con sistema electoral hegemónico, si el Poder
Ejecutivo cuenta con el apoyo de una bancada parlamentaria
propia, termina controlando políticamente al Poder Judicial en todas
aquellas causas que rozan los intereses del poder, con lo cual finaliza
detentando en los hechos, la suma del poder público. Ni los
Juárez ejercieron a lo largo de sus años de gobierno la suma del poder
público tal como Zamora lo hizo en los últimos nueve años. Difícilmente
encontremos contra el “régimen totalitario que nos gobierna” voz de
oposición política o social. Ello permite a Zamora un control del
95% de la representación parlamentaria, con la cual mantiene subordinada a la justicia provincial,
que se usará oportunamente como instrumento de presión política para
lograr su habilitación electoral al tercer mandato que la constitución
provincial claramente impide.
Mientras las
sociedades “feudalizadas” no cambien sus romances con los sistemas
políticos hegemónicos vigentes no habrá democratización del poder. Y
la forma republicana de gobierno será una quimera para los santiagueños,
que verán pasar su historia como simples expetadores de un feudalismo
que “todos” cuestionan pero poco o nada hacen por cambiar.
El trágico final
Al
respecto cabe recordar que si en una provincia no se respeta la
división de poderes - pilar de la forma republicana de gobierno- queda
expuesta a su intervención por parte del gobierno federal. Así lo
prescribe la Constitución Nacional (art. 6°) al decir que “: el gobierno federal interviene en el territorio de las provincias para garantizar la forma republicana de gobierno…”.
El
acatamiento de la modalidad republicana por las provincias es una
condición inexcusable para que ellas puedan gozar y ejercer
sus instituciones locales (art. 5º CN). Nuestra provincia parece
orientarse a ese fatídico final, ante la incapacidad ciudadana de
ejercitar su contrapeso electoral al real “feudalismo embrionario” que
hoy pretende instalarse como “salvador” en una sociedad cegada en falsas
vanidades.
La “soberanía popular”
nunca jamás puede sustentar la violación al modo republicano de
gobierno. Menos aún en provincias como la nuestra, donde la pobreza
lacera el alma ciudadana, donde la dadiva política o el asistencialismo
estatal desplazan la cultura y la “dignidad del trabajo”.
En
síntesis: solo cuando sepamos en verdad ejercitar en modo real nuestros
derechos ciudadanos, podremos comprender que federalismo no es
feudalismo. Que Gerardo Zamora, solo por las bondades económicas de una
década global y no por sus cualidades personales hizo las obras
faraónicas que más tarde que temprano nos daremos cuenta del “hijo bobo”
engendrado; que bajo un ropaje de hombre democrático ha estructurado
un gobierno autoritario, feudal y hegemónico donde la democracia es solo
formal y, lo más grave, con ansias de perpetuidad.-
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