Gerardo Zamora no tiene forma de detener la andanada de denuncias contra
su jefe de policía Marcelo Pato, las que demuestran palmariamente que
transformó a la repartición en una verdadera banda dedicada a delinquir.
Que dio muerte a Raúl Domínguez (el valiente empleado de la dirección
de Rentas que contó quiénes defraudaron al ente recaudador con sellos
apócrifos, suministrando nombres y apellidos de funcionarios y grandes
contribuyentes); que dejó morir tirado en el piso y enfermo a Norberto
Edgardo Llugdar (el otro empleado valeroso del Registro de la Propiedad
que se animó a denunciar a abogados y escribanos parientes de altos
jerarcas del Poder Ejecutivo que hicieron trizas las documentaciones de
campos fiscales rurales y urbanos); que ocultó el asesinato de su
subordinado Jonatan Barrera, en Frías, cuando perseguía a carteles de la
droga; que se apodera de fondos públicos que llegan a la policía para
construir fincas y residencias de fines de semanas; que ampara a los
narcotraficantes que bajan las sustancias prohibidas en pistas
clandestinas, las distribuyen y las trasladan a otros puntos del país y
del exterior. Todo eso hace el funcionario “preferido” de Zamora.
Nadie puede comprender cómo y por qué Pato sigue en el cargo, después de
hundir a la policía de Santiago del Estero en la “peor de la historia”
de la provincia, donde los verdaderos ladrones son el jefe de la
repartición y todos sus integrantes (con las lógicas y escasas
excepciones).
Una de las últimas correrías del tal Pato ha sido el escandaloso robo de
los bienes y pertenencias del ex intendente de la Capital, Julio
Alegre, al que el jefe y su plana mayor le dejaron en el lugar donde
deberían estar los secuestros, un slip usado y un par de medias. Pato se
llevó los objetos más valiosos de Alegre, como los aparatos para
realizar gimnasia en la casa y sus secuaces de la plana mayor se
apoderaron de juegos de living, de comedor, de dormitorio, televisores,
etc.
Lo más interesantes fue que una jueza del zamorismo, Rosa Falco, los descubrió, los indagó y recepcionó la denuncia de Alegre.
En pocas líneas, el perfil profesional y la calidad de funcionario que es éste Pato, al que Zamora decidió mantenerlo a su lado.
Secretario de Seguridad
Aunque Zamora lo defienda (junto al impresentable de su ministro de
Gobierno, José Emilio “Pichón” Neder), la conducta delictiva de Pato
supera todos los ranking y está devaluado más aún a la mala policía
santiagueña.
Por ello, Zamora y su ministro de Justicia, Ricardo Daives (que se cree
el sabelotodo), han ideado una salida “elegante” (para ellos será
elegante) de Pato. Están elaborando los instrumentos que permitan volver
a crear la Secretaría de Seguridad, que fuera “inventada” por Carlos
Juárez, cuando el caudillo buscó con ese cargo terminar con la interna
entre el represor y mayor del ejército, Jorge D’Amico y el represor y
policía Musa Azar. El militar fue secretario de Seguridad y Azar
subsecretario de Informaciones. Juárez los excluyó del manejo de la
policía (que era lo que buscaban) y los puso a “espiar” a opositores,
sacerdotes y periodistas, como un modo de nutrirse de dos canales de
“inteligencia” e “informaciones”.
Hoy, repitiendo esa historia, Zamora y Daives buscan excluir de la
jefatura policial al repudiado Pato llevándolo al cargo de secretario de
Seguridad. Claro que esta vez la figura estaría dentro del área del
Ministerio de Justicia, que conduce Daives.
De este modo, Pato seguirá oficiando de “correo” o de “valijero” de los
funcionarios de la Casa de Gobierno que, periódicamente, lo comisionan
para que traslade grande valijas con dineros que son depositados en
bancos de provincias vecinas y hasta de países limítrofes.
¡He aquí el “nuevo Santiago” del zamorismo! ¡He aquí, la calidad de los funcionarios provinciales!
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