Aquella tarde-noche el jefe de policía Marcelo Pato (acompañado por
sus “comandos”), tenía la instrucción clara y rotunda del gobernador
Gerardo Zamora: “Desvalijen todos los lugares por donde anduvo (Julio)
Alegre”.
Fue así que Pato, pisoteando todo lo que supuestamente
aprendió en la escuela de Policía (cuando era cadete), jamás acató las
órdenes de allanamientos del juez del Crimen de entonces, el
zamorista-niccolaísta Gustavo Herrera, que en los papeles había firmado,
también claramente, que debía secuestrarse “documentación inherente al
cargo de intendente de la Capital de Alegre”.
Pato y sus “comandos”
fueron, efectivamente y entraron a robarse todos los bienes del ex
intendente. Dejaron limpias la casa donde vivían la esposa y los hijos
del ex jefe comunal, el domicilio de sus padres y la finca de El Zanjón.
Pato, con furia, se olvidó de la “documentación inherente a la
municipalidad” y arrasó con aires acondicionados, equipos de música,
muebles, trajes, zapatos, corbatas, y se llevó hasta las escobas, que,
como todos sabemos, no fueron a parar a los depósitos donde se guardan
los bienes incautados, sino a las casas del jefe de policía y de sus
secuaces.
Cumplieron la orden del mandamás Zamora: robarle todo lo que tenía Alegre, sus padres, su esposa y sus hijos.
Pequeño detalle
Por
supuesto, también Pato y sus “comandos” fueron hasta la casa donde
Alegre convivía con una señora de “la sociedad santiagueña”. Bueno, se
sabe que desde allí Pato se robó hasta ropa interior de la dama. O sea,
no dejó ni los cuadros de las paredes.
(¡Una curiosidad!: en todos
los lugares a los que entró, buscó afanosamente álbumes de fotos, y se
los llevó todos. Claro, Zamora le había sugerido que no deje ni una
“prueba” de su ex amistad con el intendente al que hasta hacía unas
horas antes consideraba “como el mejor de Santiago del Estero”).
Sin
dejar ni las sábanas ni las fundas ni los colchones de la casa de
Alegre y su amiga, Pato y sus “comandos” se fueron, en horas de la
noche.
De inmediato, como era lógico, se vivieron momentos cruciales
en la pareja. La mujer fue llamada por sus padres e hijos quienes le
avisaron que la policía “desvalijó” su casa, la paterna y el estudio
profesional. También Alegre fue anoticiado por sus padres, su esposa y
sus hijos que habían barrido con los bienes y los habían dejado
descalzos.
Fue cuando Julio Alegre tomó un bolsito de mano y se despidió con estas palabras: “Me necesitan mis hijos, me voy”.
La muchacha también se marchó inmediatamente a atender a los suyos.
Todo parece mentira
Luego,
en el juzgado, esta señora se encontró con una “declaración” que le
escribió ¡vaya a saber quién o quiénes! Le hicieron firmar y tuvo que
realizar el “trámite” callada, sin derecho al pataleo, porque dijeron en
el juzgado que “la orden era de arriba”.
¿Qué decía esa
declaración? Que “Julio se retiró de la casa con 23 valijas”. (Más tarde
fue cambiando el número de valijas: dijo 15, luego 13, más tarde 7, y
ahora creemos que recuerda que fueron 3). Hoy, a quien la quiera
escuchar, “la amiga” de Alegre repite: “¡Qué iba a hacer, tenía que
hablar de las valijas porque me amenazaron que si no firmaba esa
declaración, me quedaba presa!”.
Pregunta decisiva: ¿Cómo Pato y sus
“comandos”, que se llevaron hasta las medias, las bombachas y los slips
de la pareja, no advirtieron la existencia de 23, 15, 13, 7 o 3
valijas?
Respuesta decisiva: Nunca existieron las valijas más que en
las mentes de los “jueces instructores de facto” que tiene esta causa, y
que no son otros que Gerardo Zamora y su ministro de Justicia, Ricardo
Daives.
Ahora, se aguarda que alguien, en el juicio, exija un careo
entre el jefe de policía Pato (y sus “comandos”) y la “amiga” de Alegre.
Ahí, Pato tiene que explicar por qué no halló las 23 valijas
(supuestamente llenitas de dinero) y, si realmente existieron y se le
“escaparon”, tendrá que reclamar su propia degradación en la plaza
pública.
Asimismo, él, como “policía profesional”, tampoco puede
seguir apareciendo como un tonto y alocado por una señora que asegura
que al instante que él dejó la casa después de un minucioso allanamiento
y el secuestro de todos los bienes, se fue su acompañante (Alegre),
llevándose nada menos que 23 valijas.
Definitivamente, Pato y la
“acompañante” de Alegre deberían coincidir y decir la verdad sobre las
valijas: “Que sí existen, pero sólo en las mentes de Zamora y de
Daives”.
Ahora bien, ¿qué dice Alegre? Sostiene que “si Zamora y
Daives tenían hambre de encontrar plata, debían haber ido a buscar
documentación en la Intendencia y con ella trasladarse a las entidades
bancarias para comprobar que dejé 30 millones 800 mil pesos de superávit
en las cuentas comunales, y un millón y medio de dólares en la obra
social”.
¿Qué decirle ahora a la gente, a la ciudadanía, a la opinión pública? ¿Que todo fue una "cama" mal hecha? ¿Una farsa?
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