Gerardo Zamora sintió un fuerte cimbronazo cuando desde la Nación decidieron cortarle algunos grifos y le hicieron saber que la confianza no es la misma de antes, porque se han comprobado un sinnúmero de irregularidades en el manejo de fondos públicos. ¿Qué hizo? Apretó las clavijas y mandó muchos mensajes para que “se parara el robo”. Muchos no le creyeron y continuaron con sus correrías. Hoy, por ello, saltan “kiosqueritos” en cada oficina pública. Van presos el cajero del Iosep (y anoche, miércoles, un directivo el contador Bonahora), media docena de arquitectos de la dirección de Arquitectura, un empleado de la Caja Social y dos encargados de la zona Vial de Sumampa.
Es correcta esta ofensiva contra los ladroncitos, pero la gente está esperando que se investigue a los ladrones de fuste, porque de lo contrario va a terminar creyendo que Zamora hace pantomima pretendiendo “despegarse” de la corruptela y conseguir el ok de Cristina para la re-reelección.
Si no lleva a la cárcel a los casi 2 mil “ricos” que se enriquecieron con plata de todos los santiagueños, no va a convencer ni a la Nación ni a la provincia, y se le va a esfumar la ingeniería de violar la Constitución y pretender la re-reelección. Además, es tarde, porque los corruptos vienen enfiestados desde hace más de siete años; desde que Gerardo se sentó en el sillón de Juan Felipe Ibarra.
Nadie duda en esta provincia que Gerardo Zamora y una pléyade de improvisados “dirigentes” que venían de militar con José Zavalía (del lado radical) y con Carlos Juárez y César Eusebio Iturre (de las carpas justicialistas), coparon el gobierno de Santiago del Estero única y exclusivamente para enriquecerse. Salvo dos o tres excepciones (de verdaderas personalidades que no perdieron dignidad, conducta y honradez), el resto, algo así como 2 mil funcionarios (de los tres poderes del Estado), más empresarios y proveedores prebendarios, y socios y testaferros, dejaron de lado el servicio que exige la función pública y se aferraron al único objetivo de llenar sus bolsillos con abultadas sumas de dinero producto de obscenos negociados.
El cuatro de situación es alarmante. Desde el gobernador Zamora, pasando por ministros, empresarios socios y compinches, diputados, jueces, intendentes, concejales, punteros, llegando a secretarias, habilitados, choferes y conocidos presta nombres, están los “nuevos ricos” que se enriquecieron en el puesto público porque nadie conoce que hayan heredado u obtenido premios de loterías con sumas de dinero increíbles.
Son ricos en serio. Más los de arriba, que lograron botines con muchos millones de pesos.
Torpes y muy conocidos
El santiagueño común los conoce desde siempre. De cuando (hace 7 años) llegaron al cargo público con traje prestado y bolsillos tan flacos que no tenían ni monedas como pagar media taza de café. Hoy, los registra millonarios porque exhiben autos de alta gama, edificios de departamentos, casas y fincas en Córdoba, Buenos Aires, la costa Atlántica, Punta del Este, Centroamérica, Estados Unidos y hasta en París.
También los conoce el empleado público raso porque observa cómo, torpemente, se apoderan de los dineros públicos con certificaciones y/o expedientes donde quedan marcados todos los dedos de sujetos que “no saben ni robar”. De ahí, de las oficinas públicas, surge aquella definición gráfica de un enjundioso y prestigioso abogado que, azorado frente a tantas irregularidades, supo vaticinar: “No resisten ni una auditoría visual”.
Es que los ha envuelto la corruptela, y por ello no hay expediente que se salve de la irregularidad, del sobreprecio y del famoso retorno o coima. Abunda la adjudicación de obras públicas a punteros, amigos y socios que jamás figuraron ni figuran como empresarios constructores. Se adjudica los trabajos de manera directa y el falso constructor termina, a los pocos minutos, entrevistando a algún empresario en serio a quien le “vende” la documentación. El constructor verdadero realiza la obra por 4,5 o 6 millones de pesos, y le “tira” 100, 200 o 300 mil pesos al puntero amigo del gobierno que recibió el favor en la Casa de Gobierno.
Son ciento de casos increíbles. Como el ministro muy allegado a Zamora que “enseñó a robar” a un proveedor del Estado al que los cacos le asaltaron su estación de servicios y le llevaron 20 mil pesos, según denunció en la comisaría. Pasaron dos meses y el asaltado fue a una fiesta social-familiar en la que se encontraba el ministro de Zamora. El vendedor de naftas se acercó y le planteó su aflicción porque la policía “no hace nada por recuperarme los 20 mil pesos”. El ministro lo ilustró: “Como proveedor de combustible, que le cargas nafta a los móviles policiales, puedes dibujar facturas y vas recuperando lo que te robaron. No va a pasar nada. Yo te autorizo”. Bueno, el estacionero ya recuperó los 20 mil pesos pero sigue robándole al Estado, tanto que acaba de darse un lujito con un viajecito de placer por Cancún, gracias a que un ministro le dio una clase de Corruptela I.
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