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Descripción
precisa del ingreso de la droga a la provincia de Santiago del Estero,
en una investigación del diario Clarín, de Buenos Aires. |
Santiago del Estero En su ingreso a Santiago, la Ruta 34 tiene un
tramo “crítico”. Es el más propicio para bajar la cocaína desde
avionetas y está comprendido entre el kilómetro 672 (ciudad de
Fernández, a 60 kilómetros de la capital santiagueña), hasta el
kilómetro 406 (Selva), a 18 kilómetros de Ceres, en el límite con Santa
Fe. Es una zona altamente transitada y hasta hace corto tiempo con poco
control aéreo y terrestre. Desde hace unos 4 años, Gendarmería patrulla
ese sector y ocasionalmente dispone personal y móviles en Fernández, a
no más de 10 kilómetros del peaje,
donde tiene un puesto de control fijo .
Desde
allí, hacia el sur, no hay controles hasta la localidad de Palo Negro
(15 kilómetros antes de Selva y a 28 kilómetros del límite con Santa Fe)
donde está instalado un puesto caminero del cual
hay más
sospechas que certezas .
Es
un trayecto de unos 240 kilómetros en el que a ambos lados de la Ruta
34 hay campos de grandes extensiones. Muchos de ellos suelen ser
utilizados para bajar la cocaína con avionetas.
El punto más
crítico y con menos control es el comprendido entre la ciudad de Colonia
Dora (en el cruce de la 34 con la nacional 92) y Selva. Son unos 160
kilómetros en donde existen grandes campos que son utilizados por los
narcotraficantes. Por lo general, aterrizan a un par de kilómetros de la
ruta, en zonas difíciles de acceder. Desde allí la droga es sacada en
camionetas 4x4 hacia la 34.
Las “pistas” son improvisadas
extensiones de unos 500 metros por 15, de tierra apisonada con un riel
de 12 metros que pesa casi media tonelada (y que, en caso de apuro,
suele quedar tirado al costado). Su extensión es suficiente para que
pueda aterrizar (y luego despegar) una avioneta con
hasta 500 kilos de droga .
En
abril de 2005, el entonces juez federal de Reconquista (Santa Fe),
Virgilio Palud, descubrió 12 pistas de aterrizaje clandestinas ubicadas
en el sur de Santiago, muy cerca del límite con Santa Fe. Eran
utilizadas por narcotraficantes y contrabandistas de Bolivia. Por ese
caso fueron detenidas en marzo de 2006 cinco personas; dos de ellas eran
policías santiagueños, acusados de trabajar en connivencia con los
narcos y “liberarles el paso”.
La investigación había comenzado en
el juzgado de Palud, que logró la confesión de un narco “arrepentido”.
Este hombre reveló que policías santiagueños ayudaban a los narcos para
que sacaran libremente la droga de las pistas clandestinas para
distribuirla por Santa Fe, Córdoba y Mendoza y, en menor medida,
el
Conurbano .
Las pistas estaban situadas justamente entre Colonia Dora y Selva. El panorama hoy, al menos a simple vista,
no ha cambiado
. A ambos lados de la ruta hay enormes extensiones de tierra, listas
para improvisar pistas. En parte de este trayecto no se ve el interior
de los campos por la vegetación que hay.
Rosario En el tramo final
de la Ruta 34, al sur de Santa Fe, llegando a Rosario, los camiones
parecen ser los dueños del camino. Se multiplican hasta hacer fatigoso
el tránsito. Las terminales portuarias cercanas a Rosario son como un
imán que los atrae.
Clarín recorrió el camino
durante seis horas y encontró apenas un control de Gendarmería. Otro, de
la policía provincial, estaba dedicado a controlar la velocidad de los
vehículos. Parece escaso el número y eso explica los resultados:
Gendarmería informa a través de su página web
un solo decomiso de cocaína en el tramo santafesino de la Ruta 34 durante este año
. Las estadísticas de la Policía local también son escasas: entre la
Ruta 34 y la 11 decomisaron apenas 63,1 gramos de cocaína en el año.
En Las Bandurrias, en el kilómetro 110, un policía busca refugio bajo la sombra de un árbol.
“Es difícil detectar droga . Acá se trabaja sin perros. Se engancha más a los piratas del asfalto”, admite.
Cuando
empieza a caer la tarde, a las 18.25, después de 3 horas y media de
viaje, se advierte el primer y único control de gendarmes, entre San
Martín de las Escobas y Rosario. Son cuatro agentes que detienen
colectivos, camionetas, algún camión. Su tarea se centra en el control
vial, aunque tienen orden de no perder de vista “todo lo otro”:
estupefacientes, contrabando y trata de personas.
“Hace poco
paramos una camioneta con dos hombres que venían del norte. En la cúpula
de madera tenían droga. Y un vidrio no les bajaba porque también tenían
la puerta llena”, explica uno. Y agrega que los controles en Ceres,
Sunchales, Rafaela y Centeno, anteriores al que ellos montan, permiten
“filtrar” la llegada de estupefacientes. Sin embargo, nada es seguro:
cruces de rutas provinciales y caminos rurales son buenas vías para que
los traficantes tomen atajos, reconocen los policías.
El paisaje, de a ratos, invita a la siesta. La pampa es larga y profunda. Hay vacas, caballos, algunas ovejas.
Un lugar para recorrer sin sobresaltos
, excepto los que ofrece un asfalto castigado. “Es una zona liberada.
Hacen operativos para que no digan que no hacen nada. Pero si secuestran
10 kilos de droga, pasan otros 400”, describe un vecino de Luis
Palacios, a unos 15 kilómetros del nacimiento de la 34, en la avenida
Circunvalación de Rosario. Ese es el punto final de la denominada ruta
de la cocaína, aunque el camino de la droga no se detiene ahí: la
autopista a Capital Federal está próxima, lista para continuar el
siniestro recorrido.
En forma de “ravioles” ínfimos para el
consumo del momento en los círculos top; de “caramelito” de paco al
menudeo en los sitios más marginales, o de enormes cargamentos
disimulados en muebles, contenedores de manzanas patagónicas o
cosechadoras rurales rumbo a Europa, con el sello de empresas fantasma y
magnates anónimos. Como sea,
la cocaína siempre llega desde el Norte
. Para ser acopiada en galpones a la espera de su exportación al Viejo
Mundo o para ser distribuida directamente en los grandes centros urbanos
del país, que también son los puntos principales de consumo: Buenos
Aires y su enorme conurbano, Córdoba, Rosario. Lo dijo hace unas semanas
el ex gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, y lo ratifican policías
federales y provinciales:
la ruta nacional 34 es la ruta de la cocaína . “Independientemente de dónde viene, que no nos consta, todos saben que entra por la 34”, explicó a
Clarín el dirigente. Lo que sigue es un viaje por su recorrido.
Salta
y Jujuy Los caminos del norte salteño y jujeño conducen hacia la “ruta
blanca”, como se conoce allí a la Ruta 34. Por allí bajan los grandes
cargamentos de cocaína desde Bolivia, que los narcos logran ingresar a
la Argentina burlando los pasos fronterizos salteños de Salvador Mazza y
Aguas Blancas, así como también el de La Quiaca (Jujuy),
cuya ruta 9 se une con la 34 a pocos kilómetros del límite interprovincial entre Salta y Jujuy, sobre el río Las Pavas.
Hacia
el norte de Salta, cuando la ruta atraviesa la localidad de Pichanal,
se le une la maltrecha ruta nacional 50, que baja de Aguas Blancas.
Forman un punto estratégico:
si el narco logra pasarlo, sabe
que los controles de la frontera ya quedaron atrás y tiene un 80% de
posibilidades de llegar a destino con su cargamento de cocaína.
“Las organizaciones narco –dice un sabueso que sabe del tema–, cuando envían un cargamento de cocaína mandan adelante
un vehículo que va ‘barriendo’ la ruta
y otro que va atrás a modo de custodia, ambos a una distancia de uno o
dos kilómetros. El que va adelante, al ver un control rutero de los
gendarmes, mediante teléfono satelital da el alerta y el coche que está
llevando la droga se detiene, o regresa al pueblo más cercano a
esperar”.
De un tiempo a esta parte, en escena aparecieron
vehículos en los cuales se acondicionan los “ladrillos” de cocaína con
la complicidad de narcogendarmes y narcopolicías al volante. “Son muchos
los casos donde hay gendarmes, policías federales y provinciales que
están involucrados en el tráfico de cocaína. El ‘chapeo’ (mostrar una
credencial para evitar la requisa)
siempre dio buenos resultados porque hace que la droga
camine sola a Buenos Aires”, dice una alta fuente judicial.
Un
caso testigo, que alertó sobre este modus operandi de los narcos que
operan en el límite de Bolivia con Argentina, fue el de un grupo de
policías federales de la Delegación Salta, que al volcar en un accidente
al desviarse de la ruta 34 rumbo a San Salvador de Jujuy dejaron al
descubierto que
llevaban un cargamento de 113 kilos de cocaína . “A partir de ahí, quedó en evidencia el ‘chapeo’ y comenzaron a descubrirse nuevos casos así”, comenta un policía de la zona.
El
contrabando hormiga se hace en colectivo desde la frontera. “Camellos”
–ingieren cápsulas– y “vagineras” –se introducen envases con droga del
tamaño de una palta mediana– son quienes
arriesgan su vida
. Otros adosan la droga a sus cuerpos, pero son más fáciles de
detectar. Para todos estos casos, las bandas siempre reclutan gente
humilde que no tiene trabajo.
Un gendarme retirado contó: “Cuando
paraba un colectivo en una requisa en la 34, me fijaba en los colores de
las gorras que llevaba puesta la gente. A veces
había más de tres del mismo color
y sabías que eran tres ‘mulas’, que no se conocían entre sí y tenían
orden de seguir a las que tenían la misma gorra al llegar a Retiro. Una
era la que ‘guiaba’ al resto hasta el departamento donde debían dejar su
carga”.
http://www.clarin.com/policiales/Ruta_0_812918858.html