Los medios nacionales se hacen eco de la "VERGUENZA SANTIAGUEÑA" sobre la violacion de la constitución provincial. Diario Clarin en su emision de ayer 25, publica en su portada el mencionado titulo.
Para evitar la perpetuación en el poder, los convencionales
santiagueños establecieron en su constitución que: “El gobernador y
vicegobernador ejercerán sus funciones por el término de cuatro años,
sin que evento alguno pueda motivar su prórroga. Podrán ser reelectos o
sucederse recíprocamente, por un nuevo período únicamente. Si han sido
reelectos o se han sucedidos recíprocamente, no pueden ser elegidos para
ninguno de ambos cargos, sino con intervalo de un período”.
Para evitar interpretaciones erróneas agregaron una cláusula adicional:
“El mandato del gobernador de la provincia, en ejercicio al momento de
sancionarse esta reforma, deberá ser considerado como primer período.”
El gobernador no era otro que el actual, Gerardo Zamora, quien asumió en
marzo de 2005. Vulnerando la voluntad de los constituyentes, la
jueza Andrea Suárez decide habilitarlo para postularse como candidato a
un tercer mandato. Su fallo revela con claridad el control que ejerce el
poder ejecutivo provincial sobre la justicia.
La peligrosidad
que encierra se advierte, además, si se lo inscribe en la historia
reciente de Santiago del Estero. Durante más de una década, la provincia
fue gobernada con mano de hierro por la familia Juárez.
Nepotismo,
corrupción, persecución a los opositores, control de la prensa,
dádivas, policía brava, justicia adicta e impunidad constituyeron los
rasgos distintivos del entonces “juarismo”. De ahí que la
intervención a la provincia, en 2004, se propuso restaurar el sistema
republicano, garantizando el principio de la división de poderes. Por lo
tanto, el fallo al declarar inconstitucional la cláusula que impide la candidatura de Zamora corre el riesgo de iniciar el regreso al pasado.
La
división de poderes persigue una meta: equilibrar y contrapesar la
autoridad del ejecutivo para impedir que la democracia representativa se
malogre. La supremacía del ejecutivo sobre los otros poderes significa
un grave problema institucional, tanto en el orden nacional como
provincial. Porque cuando se vulnera el principio de la división de
poderes y se avanza por el camino de la permanencia indefinida en el
gobierno, la democracia pierde sentido.
Quienes creen que el fallo
de la jueza es correcto, porque el gobernador cuenta con un alto nivel
de adhesión popular, olvidan que en el cumplimiento de las reglas
preestablecidas radica no solo la mayor legitimidad democrática sino
también la mejor garantía ante la ley de la selva, bajo la cual siempre
ganan los poderosos. Basta recordar qué pasó en Santiago cuando se
arrasó con aquellas reglas. Si el apoyo popular es esgrimido para
concentrar poder y ejercerlo por fuera de los márgenes fijados por la
Constitución, entramos en el terreno de la democracia invertida: las
reglas, en vez de imponer los límites de la lucha política, se modifican
según las necesidades de quienes detentan una mayoría circunstancial.
Su resultado es un alto grado de inestabilidad institucional y de
desprestigio de la democracia. El caso santiagueño constituye un
retroceso en el fortalecimiento de la democracia republicana; a una provincia castigada por la desigualdad, la pobreza y la injusticia se añade ahora la amenaza de un retorno al feudo.
Una regresión política suele ser difícil de percibir en sus inicios.
Muchos santiagueños recuerdan en qué se convirtió el juarismo, aunque
tal vez muy pocos puedan precisar cuándo comenzó.
http://www.clarin.com/opinion/Santiago-Estero-regreso-feudo_0_999500098.html
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