Si el Frente para la Victoria obtiene el 23 de octubre no menos del 40% -como indican la mayor parte de las encuestas- el kirchnerismo podría recuperar la mayoría en Diputados y alcanzar el quórum propio, ya que actualmente cuenta con 112 bancas sobre 257.
Una proyección similar en el Senado indicaría que el oficialismo -hoy con 30 bancas- quedaría muy cerca de tener mayoría propia y con seguridad será muchos menos dependiente de los actuales acuerdos sesión por sesión. Este panorama sería crítico para la oposición porque, aparte de perder la elección presidencial, corre el riesgo de retroceder al 2009, cuando el Congreso funcionaba como una simple escribanía del kirchnerismo. A partir del 2010, si bien las bancadas oficialistas se las arreglaron muy bien para bloquear la mayoría opositora, el gobierno quedó a la ofensiva y ni siquiera pudo conseguir que se sancione la ley de presupuesto. Así las cosas, a Ricardo Alfonsín como principal candidato opositor, y en menor medida a los restantes presidenciables, se les presenta una difícil disyuntiva. La legalización de las colectoras o listas de adhesión que acaba de realizar el Ejecutivo es una verdadera tentación para recaudar votos para presidente mediante la suma de terceros partidos con su propia lista para legisladores nacionales o bien, en el caso de Buenos Aires, para gobernador y legisladores provinciales. Pero las colectoras le suman al presidenciable al mismo tiempo que dividen el voto para diputados y senadores. En otras palabras, que si en su intento de llegar al ballotage la UCR acepta adherir las boletas de otras listas para diputados y senadores, puede debilitarse sensiblemente en el Congreso. Para evitar que esto mismo le ocurra al kirchnerismo, CFK ya dio instrucciones precisas: el oficialismo tendría una sola lista para diputados y senadores nacionales en cada distrito y los partidos que vayan como colectora deberían conformarse con los lugares que les toquen en aquella lista. La UCR intentaría repetir esta jugada pero no tiene el poder de imponerla así como así a sus aliados, por ejemplo, a Francisco De Narváez.
Para Macri las perspectivas en este tema son particularmente oscuras. El PRO cuenta hoy con 11 diputados nacionales que en su casi totalidad son porteños y bonaerenses. Sin candidato presidencial propio, ¿cómo hará el macrismo para evitar que su bancada quede casi extinguida? Un hipotético acuerdo con Eduardo Duhalde le permitiría salvar sus bancas, pero en ese caso el duhaldismo debería resignar a la mayor parte de sus candidatos. Tampoco es sencillo el panorama para Carrió pero por otros motivos. En el 2007 obtuvo el 22 por ciento de los votos y se quedó con 19 bancas. Hoy, de acuerdo a las encuestas, le resultará muy difícil impedir el achicamiento de su bloque.
El 22 empieza a aclarar
En buena medida, la realidad le marcará a Alfonsín el rumbo que debe seguir en materia de alianzas y de listas el próximo 22, en la interna abierta provincial santafesina. Un triunfo del candidato a gobernador de Hermes Binner, el ministro de gobierno Antonio Bonfatti, podría catapultarlo a aquél hacia su lanzamiento como presidenciable liderando una coalición que incluiría a Luis Juez y Pino Solanas. Esta ruptura con la UCR obligaría a Alfonsín a centralizar en sus alianzas con el peronismo -vía De Narváez- y en coquetear con el PRO, ya libre de los vetos socialistas. Por el contrario, si se impone en Santa Fe Rubén Giustiniani -rival de Binner- éste ya no sería presidenciable y los socialistas serían más amables con sus aliados radicales. Y ni que hablar si la interna abierta la gana el radical Mario Barletta, intendente de Santa Fe. En este último caso, el socialismo quedaría sumamente debilitado en el marco del Acuerdo Cívico y Social y Alfonsín ganaría terreno en el armado de las listas de diputados.
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