En su desigual cruzada por defender la “Mesa de los Argentinos”, con  precios que suben todos los días en la mayoría de los alimentos, y  después de algunos fracasos previos como el programa “Pescado para  todos”, el “Cerdo afrodisíaco”, Milanesa 21 (por la oferta de 21$el  kilogramo), la “Gran barata” cárnica de los fines de semana en los  hipermercados y otros por el estilo con frutas, verduras, pan, etc., el  Gobierno lanza el plan “Carne para Todos” que, mediante una media docena  de camiones frigoríficos que recorrerán seguramente solo algunos de los  barrios más populosos de la Capital Federal y, tal vez, de los más  cercanos del Gran Buenos Aires, pretende “bajar la térmica” y que la  gente crea que gasta menos en comer… por lo menos carne.
Evidentemente, más allá de las aseveraciones de los funcionarios más  oficialistas, con estas acciones resulta casi obvio que el Poder  Ejecutivo percibe que, efectivamente, la inflación es sensiblemente  mayor a sus datos oficiales y que desde ahora y hasta octubre va a  necesitar que esa percepción cambie. Es natural el intento oficial de  que las subas se sientan menos, aunque la lógica sería que  “efectivamente” los precios no aumentaran y no hubiera inflación.
Ahora bien, como eso no parece posible a la luz de las propias  actitudes gubernamentales entonces, al menos, debe “parecer” que los  aumentos no son tales.
Pero, con el “Carne para Todos”, ¿Cuánto es lo que puede aportar para  lograr esta sensación? ¿Cuánta es la gente que puede resultar  efectivamente beneficiada?
Según la información oficial se volcarán al mercado 10.000 kilos  diarios, o sea, 300 toneladas por mes, lo que equivale a 3.600 toneladas  en un año; pero resulta que aún con el actual consumo alicaído (se bajó  más de 20 kilos de ingesta anual per cápita), la Argentina va a  consumir durante este 2011 alrededor de 2, 3 millones de toneladas de  carne vacuna. Esto significa que el rimbombante lanzamiento tiene un  alcance de 0,16% del volumen ofertado… ¿Cual puede ser entonces el  impacto bajista? Básicamente ninguno.
Para comenzar a hablar habría que contar, al menos, con algo más de  un millón de toneladas que es lo que perdió el mercado local por caída  de la oferta debido a la feroz liquidación de los últimos 4-5 años que  diezmó el rodeo nacional en más del 20%, o sea, cerca de 12 millones de  cabezas.
Si antes se faenaba en promedio 12-13 millones de cabezas anuales y  ahora se bajó a 10 millones, o menos aún, no hay ninguna forma de lograr  bajar los precios si no es aumentando la oferta, pero eso es imposible  internamente (se van a necesitar por lo menos 4-5 años para lograrlo) y,  para colmo, tampoco se puede importar puesto que aun contando con los  recursos para hacerlo, la demanda mundial muy firme lo impediría y ni  hablar de los precios que pretende el Gobierno.
En este contexto, el hecho de que el plan y su ejecución estén  supuestamente en manos de una empresa llamada Don Corleone (como el capo  mafia de la película El Padrino) es apenas una anécdota.
El punto verdaderamente importante es que se insista con profundizar  la misma política que es la causante del déficit actual y, por ende, de  buena parte de las muy fuertes subas de precios.
El Gobierno alteró artificialmente los precios y la renta de los  productores, perjudicó a los ganaderos que fueron abandonando la  actividad y subsidió a productos alternativos (pollo, cerdo, etc.) que  no respondieron en los volúmenes que habrían hecho falta para compensar  la carne vacuna que se perdió.
Y ahora, en lugar de corregir rápidamente el rumbo con señales muy  claras, insiste en perder tiempo con figuritas de colores y puestas en  escena solo mediáticas que no cambian en nada los problemas de fondo  (más vale los agudizan), y sin reconocer que, incluso, asignó muy mal y  arbitrariamente los recursos públicos, alteró los mercados y fracasó  estrepitosamente en el supuesto objetivo de “defender la mesa de los  argentinos”…
 
 
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