El ser Policía, vestir el uniforme azul con sueldos miserables por gobernantes corruptos

El día que el hombre ingresa a la policía, seguramente lo hace con una pasión motivadora. Quiere ser policía, vestir uniforme, ser respetado y hacer cumplir la ley. En los institutos de formación les inculcan parámetros de trabajo e ideales que debe sostener a lo largo de su vida, tanto en lo laboral como en lo privado.

Debe ser, en suma, ejemplo para la sociedad. Pero a poco de ingresar, choca de frente con un muro inexpugnable: la corrupción de sus superiores jerárquicos. Si por esas casualidades, no ingresa por la puerta fácil que lo llevará al mismo derrotero que los demás, es decir a la vida fácil, tiene además un laberinto de presiones, recargos, maltrato, irrespeto, que van minando su voluntad de hacer.

Hace escasos cinco años atrás, la institución tenía sus pros y contras, como cualquier organismo del estado, pero desde el Burro Tejeda y el Sofista Teodulfo Ibarra, hasta esta imperfecta gestión de Marcelo -ciclo básico aprobado- Pato y Omar Divino Quiroga, la policía es sinónimo de escoria.
A pesar de que se jactan de ser los mejores y seguir en el cargo, son simples traidores e ineptos que en un contexto de corrupción, están en el cargo justo por su condición.

Los policías que prestan servicio en comisarías, están reventados de recargos, sumados a las horas extraordinarias que están obligados a realizar, por el magro sueldo que perciben, que para el gobierno de Zamora es uno de los más altos del país. Claro, ellos suman a su sideral sueldo, lo que roban diariamente desde la función pública.

Sobre ello, estos canas, sin ofender, deben soportar órdenes mal impartidas de sátrapas como Ibáñez, Camaño, Gerez, Rodríguez y otras yerbas, corruptos, delin… y acosadores, que abusan de su poder para sus fechorías.

Preguntamos, es que ningún juez está dispuesto a recibir una denuncia o a investigar "de oficio" los graves hechos de corrupción que tantas veces se han hecho visibles. Ir a la oficina anticorrupción local, es más de lo mismo, una farsa. Sólo recordar a los Roitman, padre e hijo, cascoteando la ex jefatura, genera asco y náuseas, y es lo mismo que hicieron hasta Matilde O'Mill, aunque ella lo haya hecho simbólicamente. Ese engendro de Roitman hijo, está a cargo de la oficina anticorrupción, es decir, todo un significado.

¿Ha perdido la memoria nuestra policía? ¿No recuerdan la forma en que fueron bastardeados por un puñado de agitadores, que se dicen funcionarios públicos, y que bajo presión y dádivas, arrearon a zánganos que viven de planes sociales, hinchas de fútbol que amparados en su mote de "barra brava" acudieron a incendiar su casa? ¿Quieren seguir siendo mancillados de esa forma?

Por último mirémonos al espejo, y pensemos que el día de mañana, quizás pronto para algunos, quizás en un instante y sin darnos cuenta, como les pasó a los colegas exonerados, estemos afuera de la institución, tal vez por mano de éstos delincuentes. Y en el mejor de los casos, retirados ya por edad o antigüedad, debamos morir al día siguiente, como les sucede a los que se retiran de la policía, de tanta amargura tragada, de tanta impotencia.

O bien, con los años a cuesta y los achaques propios, seguir haciendo "horas extras" para que los hijos estudien, para comprar remedios, para no morir de necesidad.

Los viejos lo saben, los jóvenes también, pues muchos son hijos de policías, y vieron durante años el sufrimiento de sus padres.

No es intención ya de este escriba, definir lo que es hoy la policía provincial, todos los sabemos. Simplemente imaginar, que quienes esto lean, sean capaces de pensar en un futuro mejor, para nosotros y nuestros hijos.

Pensar, simplemente eso, recapacitar, quizás sea posible si nos proponemos. Sin violencia, sin rencor. Ellos se alimentan de eso. El voto es una herramienta sin aristas. Asi llegaron, por los votos, así pueden ser cambiados.