Gerardo Zamora les grita, los reta y los insulta. Son sus compañeros de ruta. Son ministros y/o humildes militantes y afiliados de la Unión Cívica Radical. Ellos, mejor que nadie, entienden el tema del alineamiento al kirchnerismo.
Saben que cuando se postuló como candidato a gobernador Zamora solo no hubiera llegado ni al tercer puesto. Tienen en claro que gracias a Alberto Fernández, los cantistas y los juaristas mandaron a votar a “zamorita” y no acataron la interna que les había ganado, legítimamente, “Pepe” Figueroa.
El travieso de Fernández (que cobró mucha plata y que se la llevó a su ex jefe y hoy extinto Néstor Kirchner), operó para hundir al justicialismo santiagueño y ungir a un radical que no tenía inconvenientes de pasarse, a detrás de los transversales, a la carpa del frente.
Hasta allí, todos los radicales que antes daban la vida por José Zavalía decidieron acompañar a Zamora, aunque haya pisoteado ideales y banderas históricas de la UCR. También aguantaron callados los enormes actos de corrupción de los que todo Santiago habla y comenta.
Pero hoy, están decididos a jugar su propio partido. Quieren ir al cuarto oscuro y ponerle el voto a Ricardo Alfonsín, desoyendo la orden de Zamora de que voten a Cristina Fernández de Kirchner.
El 14 de agosto, a la noche, vamos a ver cuántos fueron los radicales verdaderos que se resisten a abandonar a un radical como Alfonsín por una justicialista como Cristina. Contaremos ¿cuántos se rebelaron a la torpe amenaza de Zamora, que los amenazó: “Terminen con los principios y con ‘Ricardito’. Aquí se vota un proyecto, que no es otro que el kirchnerismo, y al que no le gusta me chupa un h…o”.
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