El kirchnerismo está revalorizando la palabra "militancia" de una manera tal que sirve para santificar actitudes controvertidas. Por ejemplo, los periodistas oficialistas, literalmente a sueldo del gobierno, en forma directa o bajo el paraguas de una productora, se han convertido en "periodistas militantes".
Lo mismo sucede con los intelectuales en general, como José Pablo Feinmann y Horacio González, dos brillantes intelectuales "militantes": con sus matices, defienden al gobierno nacional y hasta pueden ser más papistas que el Papa, como lo demostró el director de la Biblioteca Nacional en su frustrado intento de impedir el discurso de apertura de la Feria del Libro del Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.
En esencia, son periodistas e intelectuales oficialistas: blindan al gobierno y atacan a la oposición con sus ideas y sus argumentos a cambio de honores, reconocimientos, cargos públicos y programas en los medios de comunicación del Estado. Todo junto o en partes.
Pero, prefieren ser llamados "militantes" porque esta palabra suena mucho mejor ya que remite a sacrificio, abnegación, resistencia, solidaridad, lucha contra los poderes establecidos. "Militancia" tiene el glamour de los ideales, el amor al prójimo, la entrega por la Patria, la pobreza franciscana.
También los jóvenes de "La Cámpora" y de otras agrupaciones kirchneristas revalorizan esta mágica palabra. Claro que la militancia de "La Cámpora" y de los periodistas e intelectuales K no es la misma que la militancia de otros tiempos.
El ejemplo de El Kadri
El mejor ejemplo es recordar a un gran militante: Envar "Cacho" El Kadri, quien durante la llamada Resistencia Peronista, el periodo en el cual el peronismo estuvo proscripto, entre 1955 y 1973, fue uno de los fundadores de la Juventud Peronista y de las Fuerzas Armadas Peronistas, el grupo guerrillero que intentó implantar un foco revolucionario en Taco Ralo en 1968, en plena dictadura del general Juan Carlos Onganía.
"Cacho" El Kadri, que murió en 1998 de un ataque cardíaco, estuvo preso entre 1968 y 1973. Salió de la cárcel envuelto en un bien ganado prestigio de militante incorruptible: no lo habían vencido las traiciones ni las torturas.
Una vez en libertad, tampoco pudieron con él las tentaciones de la política: en su libro "La Voluntad", Eduardo Anguita y Martín Caparrós cuentan que, cuando asumió el gobierno peronista en 1973, se le ofreció a El Kadri y a dos de sus compañeros que se hicieran cargo de Inspección General en la Municipalidad de Buenos Aires.
"Nosotros no vamos a ocupar ningún cargo ni nada. Nosotros no luchamos para tener un puesto ni estamos de acuerdo con este tipo de reparto de prebendas", contestó El Kadri. Al final, frente a la presión de sus propios compañeros, El Kadri aceptó que cada uno hiciera lo que quisiera, pero él no aceptó ningún puesto. Y lo mismo hizo cuando quién lo tentó fue el poderoso ministro de Bienestar Social, José López Rega.
Los jóvenes de La Cámpora seguramente tendrán oportunidad de aprender más sobre el sentido que El Kadri le daba a la militancia en el "Taller de Peronismo" que cursan los viernes en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Por ahí, sus dirigentes se aflojen un poco y donen a los pobres algo de los cuantiosos sueldos estatales que reciben. Una sugerencia: inviten también a los periodistas e intelectuales militantes.
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