La semana entrante, Hugo Moyano ocupará el centro del escenario político con el mega acto de la CGT en la 9 de Julio.
Con la oposición en pleno proceso de control de daños luego del paso fallido de las frustradas internas adelantadas de la UCR y el Peronismo Federal, el gobierno está hoy más preocupado por su pulseada con el líder camionero que por los pasos de la dirigencia opositora. CFK estaría realmente molesta con la magnitud del acto cegetista, porque inevitablemente será leído por la sociedad como una enorme operación de presión sobre ella. Tal vez por esta misma razón es que la presidente le replica a Moyano, manteniendo el suspenso acerca de si cederá ante su reclamo por la distribución urgente a las obras sociales sindicales de alrededor de $9.000 millones retenidos por el Estado en el denominado Fondo Solidario de Redistribución (FSR). La cúpula cegestista quiere acordar el tema antes de que empiece formalmente la campaña electoral, que será la etapa más vulnerable del oficialismo. En cambio, en caso de ganar el 23 de octubre -y sobre todo en primera vuelta- CFK tendría oxígeno más que suficiente como para continuar la política de su difunto esposo, que consistió en patear para adelante este reclamo sindical. En el plano judicial, la situación del camionero mejoró sólo parcialmente. Por un lado, el juez federal Norberto Oyarbide abandonó el ímpetu que tenía en la causa de la mafia de los medicamentos y se dedicó en cambio a incursionar en las responsabilidades turcas por el genocidio armenio. Pero la pista suiza de las cuentas de los Moyano y Ricardo Despresbiteris (titular de Covelia) va tomando vida propia en la medida que aparecen nuevos indicios, como el viaje a Sudáfrica de Pablo y Facundo Moyano con directivos de Covelia. En el entorno de Moyano están convencidos además de que, cuando Juan Manuel Urtubey lo tildó días atrás de piantavotos, lo hizo contando con un guiño de la Casa Rosada.
Un terreno difícil para los sindicalistas
Hay quienes afirman que el error cometido por el líder camionero al plantar en Salta un candidato a gobernador propio -Walter Wayar- para luego no alcanzar el 10 por ciento de los votos, es una lección que ya está incorporada. El moyanismo no insistiría con listas propias en ninguna provincia y se dedicaría a partir de ahora a volcar su influencia para obtener candidaturas en las listas del Frente para la Victoria. El problema es que el cristinismo tiene decidido que las listas de candidatos a diputados y senadores nacionales se redactarán en Olivos, acordándose con cada gobernador. En otras palabras, que el entorno presidencial piensa reservarse la última palabra sobre cada nombre, con el objetivo de asegurarse que la supuesta recuperación de la mayoría kirchnerista en la Cámara de Diputados no quede debilitada por la existencia de sub-bloques -por ejemplo, el sindical- dispuestos a poner condiciones a cambio de su voto.
En esto, como en tantas otras cosas, el cristinismo no se andaría con vueltas. Prueba de ello es que, pese a haber fallecido el presidente del Consejo Nacional del PJ -Néstor Kirchner- este organismo no se reúne desde hace un año. Es que Cristina no toleraría la imagen de Daniel Scioli presidiendo el partido con Moyano a su lado como vicepresidente primero. Así las cosas, no sólo el PJ nacional está clausurado por el gobierno peronista, sino también el PJ bonaerense que preside ahora Moyano. El dúo integrado por Jorge Landau y Juan Carlos Mazzón, apoderados partidarios, funciona hoy por hoy como la verdadera conducción partidaria, instalada en Olivos. Parece obvio que la presidente no se encamina a aceptar un compañero de fórmula de origen sindical, lo que vale también para el vice de Scioli. Hasta aquí Moyano aceptaría retroceder. Pero la situación se agravaría si el gobierno intenta conformar a la CGT con apenas un puñado de candidatos a diputados nacionales y provinciales. Como señaló un diputado nacional de la elite K: “los diputados sindicalistas serán más moyanistas que kirchneristas, entonces no nos sirven para profundizar el modelo”.
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