El debate por la información pública sobre los precios de la canasta familiar no frenan la inflación, lo que se necesita son propuestas concretas y conjuntas de todo el arco opositor para mostrar a los ciudadanos que hay otra alternativa al “modelo” oficial.
La actual situación demuestra que la dirigencia, en general, sigue subestimando a los consumidores con las políticas que se aplican y las recomendaciones que le hacen. El consumidor se da cuenta diariamente del aumento de la inflación más allá de cuál es la información publicada y asumieron que los controles y los acuerdos de precios no solucionan su problema.
Los anuncios de milanesa,pescado, carne y pan para todos, es una nueva mentira al no ser una propuesta permanente y de distribución en todo el país. Igualmente llegó tarde para solucionar el problema de las zonas más carenciadas y con mejor rédito electoral como la Matanza, que tienen que optar para cubrir las necesidades básicas de consumo ante el aumento de los precios en forma generalizada, provocado por la inflación que se instalo en el país. No hay ninguna medida efectiva que nos lleve a pensar que se pueda frenar, si en simultáneo no se hace una apuesta al aumento de producción como está reclamando el sector agropecuario.
Todo lo contrario: la mayor demanda promovida por el mismo Gobierno está incentivando el aumento de los precios, porque la producción de los bienes no crece para atenderla suficientemente y los precios de los productos importados son superiores a los precios artificialmente fijados por las políticas del gobierno.
Ante la alternativa que el gobierno pueda fijar precios máximos hasta las elecciones de octubre, debería saber que los consumidores han dejado de creer ante el rotundo fracaso de los mismos: porque los productos acordados se acaban en los primeros días; porque pagan el mismo precio por menos cantidad de productos o por un producto de inferior calidad; porque al final terminan consumiendo productos más caros ante la escasez general provocada por la misma política.
Pero lo más grave de la implementación de esta política es que termina subsidiando a los ricos mientras en el país hay 10 millones de habitantes que no tienen cubiertas las condiciones mínimas de alimentación. De este 25% de nuestra población, muchos hace rato no comen carne y otros alimentos básicos por falta de poder adquisitivo y una mala política de asistencia social, razón por la cual no les interesa el debate de la papa. En la argentina el 17% de la población vive con dos dólares diarios. Están acostumbrados a reemplazar los alimentos en forma inmediata cuando suben los precios ya que no le alcanzan sus ingresos. Todas las políticas y actitudes de la dirigencia están pensadas y diseñadas para atender la clase media-baja hacia arriba y se olvida de los que realmente necesitan el apoyo del estado.
Ante esta situación incontrastable de la realidad el país no puede desaprovechar esta situación inédita que nos presenta el mundo a pesar de estar en campaña electoral. Inclusive el oficialismo sería el más favorecido si aumenta la producción en el ciclo 2011-2012 cuya inversiones se están definiendo. Ello debería ser motivo suficiente para destrabar toda la capacidad de innovación y producción de alimentos de todos los empresarios emprendedores del complejo agroindustrial, para que puedan exportar al mundo la mayor cantidad y calidad de alimento a todos los mercados, sin ninguna ideología: se trata de la única y más efectiva receta que tienen los países en el siglo XXI para poder abastecer el mercado interno en forma permanente y sin grandes picos de precios.
Simultáneamente a una apertura del mercado para poder exportar, es fundamental -para atender las necesidades de los pobres que necesitan el apoyo del Estado- crear un Padrón Nacional de necesitados e indigentes para implementar un sistema de ayuda por el cual cada uno recibe el subsidio en forma directa, por medio de una tarjeta electrónica como se hace en los países desarrollados.
Por todo los expuesto debemos apelar como consumidores y ciudadanos a toda nuestras dirigencia y los partidos de oposición a unirse en una propuesta concreta dejando de lado las ideologías, para achicar la inflación y la pobreza estructural que nos permita terminar con la dicotomía que sufre el país hace tantos años, de tener un país que produce alimentos para 400 millones y tiene un 30% de sus ciudadanos en la pobreza e indigencia.
De no haber capacidad de cambiar el actual “modelo” nos llevará a pensar que la dirigencia ha asumido que los precios internacionales no pueden ser los internos y, por este motivo, terminan justificando las políticas actuales de desacople de los precios más allá de su total fracaso. Estamos convencido de que hay otro camino a recorrer, y con más razón, en el actual contexto internacional de demanda de alimentos, en el cual la
Argentina debe tener un rol fundamental y estratégico para un desarrollo planificado a futuro por medio del complejo agroindustrial que le permita achicar la brecha entre pobres y ricos e integrar en igualdad de condiciones a todas las regiones del país.
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