Estas mesas de diálogo permitieron la inclusión de distintos sectores en el debate gubernamental y la construcción de consenso sobre los temas más acuciantes. Pero cuidado, la noción de consenso puede ser traicionera. Puede significar acuerdo, pero es también lo opuesto al disenso. No significa que las partes que adhieren al consenso apoyan, sino más bien que aceptan aquello sobre lo que se ha consensuado.
El gobierno de Gerardo Zamora ha apuntado desde sus inicios a evitar el conflicto y a construir consenso. A construirlo puertas adentro de Casa de Gobierno con las partes que deciden aceptar aquello sobre lo que se consensua. Las decisiones políticas sobre trabajo, sobre tierra, sobre la educación, son tomadas en Santiago a partir de los consensos construidos a puertas cerradas en Casa de Gobierno, con las partes que deciden aceptar aquello sobre lo que se construye consenso. ¿Pero qué pasa afuera? Afuera, nada. Por eso quedó al margen Cisadems, por eso quedó afuera un amplio sector del Mocase, y por eso seguramente quedará al margen también la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista (la que en Santiago se ha dado en llamar nueva CGT). ¿Qué ocurre con estos sectores que no aceptan las políticas de gobierno? Lo mismo: nada. Porque no saldrán en los medios de comunicación que dependen de sus alianzas con el Estado para sobrevivir económicamente. Porque no podrán hacer públicas sus demandas y planteos.
Así, sin margen para la expresión en espacios visibles, sin conflicto, se cierra el espacio de la política. El consenso se vuelve entonces simulación de lo político. Es parte de la concepción de la política como administración, más cercana a las ideas neoliberales (a lo Macri, a lo De Narvaez, ¿a lo Zamora?) que a una concepción kirchnerista de la política.
No decimos aquí que esté bien o mal una u otra forma de concebir a la política. Solo marcamos la diferencia, para confundir hinchazón con gordura. Insistimos: En términos políticos, Zamora no es K. Institucionalmente tampoco es radical, claro, porque ha sido expulsado del partido. ¿Qué es, entonces, el gobierno zamorista? Es un aliado, circunstancial, por la conveniencia estratégica. Lo que es igual a decir que hoy es una cosa, y mañana puede ser cualquier otra.
Para Santiago esto significa tener un gobierno que privilegia la simulación del debate político para priorizar la acción y la administración. Se hace, se construye, se gestiona. ¿Pero cuál es el precio? Que la respuesta a esta última pregunta corra por cuenta del lector.
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