Está a cargo del IPVU, el usurpador de las casas de la “Nina”

El jueves 1 de abril de 2004, cuando el abogado porteño Pablo Lanusse asumió como interventor federal de la provincia de Santiago del Estero (por iniciativa del entonces presidente Néstor Kirchner y con aprobación del Congreso Nacional), eran las 20,15.

Lecuona y Cambrini, en el Ipvu.

El primer gran problema que tuvo al sentarse por primera vez en el sillón gubernamental, fue la toma de barrios de viviendas sin inaugurar que la gobernadora depuesta, Mercedes Marina Aragonés de Juárez tenía preparado entregar a los adjudicatarios. Rápidamente, Lanusse recibió información fehaciente y el viernes, a primera hora, en su habitación del hotel Libertador, se anotició que el entonces presidente del Instituto Provincial de Vivienda y Urbanismo (Ipvu), Ernesto Lecuona, por órdenes de “Nina” y Carlos Juárez, había motorizado a militantes y punteros juaristas, durante el debate en el Congreso que discutía la intervención federal, para que “metieran” gente y usurparan todas las viviendas. Y así fue. Nada pudo hacer el foráneo interventor para desalojarlos. Fue hasta con la Federal y Gendarmería con el propósito de persuadir a las familias que abandonaran las flamantes viviendas, pero al advertir tanta gente pobre y desamparada prefirió no mover ningún resorte legal y optó por dejarlos en esos lugares. Hasta fue invitado con mate por los vecinos. Tampoco nada hizo para cargar con el brazo ejecutor del delito de instigador de la usurpación, el tal Lecuona, que quedó con “Nina” y Carlos Juárez (que comenzaban a recibir órdenes de detenciones), como “un soldado valiente y leal del juarismo”. Hoy, aquél “soldado valiente y leal del juarismo”, ha vuelto (no como usurpador), por una resolución ministerial del ministro de Obras Públicas, Argentino Cambrini, al Ipvu, sino “A cargo” de la repartición. Seguramente, por aquella mácula de instigador a la usurpación, Cambrini no se animó a designarlo directamente como presidente de Vivienda y Urbanismo. “¡Cosas veredes, Sancho!”, le susurró hace siglos El Quijote a su fiel compañero de aventuras, y que hoy traducimos, con perplejidad y sorpresa, en cinco palabras: “¡Lo que hay que ver!”