Hace unos pocos días, una familia de Ojo de Agua tuvo que levantarse a
las 3 de la madrugada para llegar a las 8 al Palacio de Tribunales de la
ciudad Capital y dar cumplimiento a la citación de un tribunal en lo
Criminal y Correccional. Encima, esta gente padeció la supuesta
violación de una menor miembro de la familia, y está aguardando que la
justicia provincial trabaje con seriedad y consiga al menos una
reparación jurídica.
Much0s funcionarios judiciales de rangos medianos confirman que los
jueces y camaristas del Poder Judicial de Santiago del Estero,
efectivamente, “vienen a la hora que se les ocurre” y no respetan los
horarios de audiencias ni tienen contemplaciones con muchos
comprovincianos del interior a los que citan a un horario y los tienen
de plantón, innecesariamente.
Esto suena a paradójico porque desde que cambió funcionario la
presidencia del Superior Tribunal de Justicia, los empleados rasos
padecen un régimen de control parecido a los que soportan los incluidos
dentro de un régimen militar, ya que no pueden, por ejemplo, (de 7 a 13)
ni ir al baño que, en todos los casos, está ubicado (porque es público)
a varios metros de las oficinas.
El nuevo presidente del alto cuerpo judicial tiene verdaderas
“cuadrillas” de “vigilantes” que, carpeta en mano, tienen como labor la
de caminar por los pasillos en la búsqueda de los empleados judiciales
que salen o ingresan a las oficinas. ¿De dónde viene? ¿A dónde fue? ¿Qué
hizo?, son algunas de las preguntas que tiene que responder el empleado
o empleada sorprendida fuera de la oficina.
Si no satisface al empleado “vigilante”, se pasa un informe a Personal y
allí se le practican los descuentos de sus remuneraciones, conforme a
los minutos que estuvo fuera de su mesa de trabajo.
El titular del Superior Tribunal de Justicia, Eduardo José Llugdar, es
dueño de aplicar la “disciplina militar” a los empleados rasos, y
también conciernen a su misión el control de horarios y la vigilancia a
los “piantadinos” que suelen registrar la entrada a las 7 y salir a
deambular por los cafés o las calles hasta las 13.
Sin embargo, sus controles están demostrando una enorme deficiencia
cuando se trata de exigir a los camaristas y jueces que cumplan
horarios. Si sus magistrados llegan entre las 10,30 y las 11 de la
mañana y se retiran a las 13, no se sabe cómo va a hacer Llugdar para
atenuar la mora judicial de los tribunales santiagueños como para su
gestión sea recordada como “eficaz” en el servicio de justicia.
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