Hace un tiempo comentamos de la particular función que cumple en el Departamento Personal D-1 el Comisario Mayor Juan Ramón Campos. Que provincia tan generosa, porque en otro contexto este innombrable solo hubiera sido un reo común.
Tantas críticas recibió el Dr. Carlos Arturo Juárez en su momento, que en la actualidad hay que redimir su actuación realmente. Fue un verdadero estadista, abogado el hombre, y un visionario para su época.
El ya en ese tiempo, pudo ver en Juan Campos, oficial ayudante él, una manzana podrida, que pudriría al resto del cajón. La deshonestidad personificada, y por tal motivo, lo echó de la institución policial. Cesanteado por falta gravísima, acusado de participar en reuniones con otros elementos subversivos de la fuerza policial, con el objetivo de desestabilizar al gobierno y a la cabeza de la institución.
Reunidas las pruebas, todas consistentes, junto al otro innombrable Raúl Ferreira, actual Director de Administración, y Orlando Cabrera ®, fueron echados de la policía.
Miren tamaña falta cometida en ese entonces, y en la actualidad se dedica a perseguir al personal policial que no comulga con sus espurias prácticas, o con las de sus idolatrados jefe y subjefe, a quienes responde fielmente acomodando las malas prácticas con resoluciones cuyo texto pretende ser respaldo legal de arbitrariedades.
Y en esas cosas lo apoya el jefe de asesoría Luis Rafael Gigli, abogado el hombre, tratando de justificar lo injustificable con su opinión legal, que lejos está de aliviar la carga de algún sumariado.
Y si de acomodar las cosas, cuando se trata de sus hijos, se esmera mucho más obviamente. Como ejemplo extremo de sus objetables prácticas recordemos como permitieron junto a Pato y al Director de la Escuela de Cadetes, una licencia más que especial para que su hija, hoy nuevamente en la División Antecedentes Personales, solucionara “ese asunto” que la preocupaba. Fue un delito, grave, pero todo sigue como antes y tal vez mejor, para ellos obviamente.
Hace poco tiempo atrás, en una nota de El Liberal, bastante pintoresca por cierto, se reflejaba la vida que lleva adelante el otro hijo del Jefe de Personal D-1, el oficial ayudante Franco Campos, quien en la actualidad juega al fútbol en Alemania, en las divisiones inferiores de un club germano.
Esto no sería llamativo si no fuera porque para que ello ocurriera, el joven de referencia tuvo que sacar previamente licencia. Tampoco sería llamativo que alguien sacara licencia, ya que es un derecho de todo trabajador. Pero resulta que en la policía, hay que peregrinar y mucho, para obtener una licencia. En la policía de hoy, como están las cosas, nadie tiene derecho ni a enfermarse. Sino que lo digan el personal de comisarías, a ver si esto no es así.
Pero el oficial, hijo ‘i tigre al fin, tuvo su licencia para realizar actividades deportivas.
Reitero, tampoco resulta extraño que un policía o empleado use este beneficio, pero las palpables irregularidades aparecen desde el origen mismo del otorgamiento del mismo.
Dice al respecto la ley: “La presente licencia se otorgará a solicitud del agente, cuando deba participar individual o colectivamente en eventos deportivos o en selecciones previas y la misma se extenderá desde la fecha del evento o de la iniciación de la selección, hasta el día siguiente de su finalización.
La Administración resolverá la ampliación de los términos establecidos, cuando razones especiales originadas en el traslado o la estadía así lo exigieran”.
Como podrán apreciar los Sres. Lectores, el oficial Campos no esta participando de evento deportivo alguno, en su condición de representante o seleccionado, o similar, sino que está incorporado a un club de fútbol profesional, cobrando un sueldo y con la perspectiva de quedarse, según sus propias palabras, y dejar la policía (obvio), ya que le conviene económicamente.
Entonces, como él jovencito está con licencia especial y percibiendo sus haberes, más el sueldo que recibe en su lugar de residencia actual, su actuación estaría encuadrada en una DEFRAUDACIÓN AL ESTADO PROVINCIAL, de movida nomás. Y a su innombrable papá, que luego de ver esta nota intentará cambiar las hojas del legajo personal para intentar justificar su accionar, le cabe el ABUSO DE AUTORIDAD e INCUMPLIMIENTO DE LOS DEBERES DE FUNCIONARIO PUBLICO, sin entrar en demasiados detalles.
Como verán, el tipo sigue haciendo de las suyas al amparo de la impunidad que desde hace tres años, es decir desde que se instalaron en la jefatura Pato y Quiroga, ha ido socavando los cimientos de la institución policial, con un poder igual de corrosivo que la ambición desenfrenada de estos seres maliciosos.
Esto es solo una pequeña muestra del manejo desmedido de la cosa, nada las importa, ni los comentarios que levantarán sus acciones. Pero lo que se hace aquí, se paga aquí, tiempo al tiempo.
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