Hace cuatro noches que nadie duerme en la Quinta de Olivos y que en la Casa Rosada no se puede levantar la voz.
Cualquier ruido la exaspera a Cristina Fernández de Kirchner y sus ministros, asesores y colaboradores inmediatos temen una explosión de gritos e improperios. Amado “el elegido” comienza a tener conciencia sobre el debilitamiento de las posibilidades de ser vicepresidente de la República y lamenta que el rock no le permita escribir y cantar -¿cantar?- letras expresivas de la tristeza que le ganó el alma y le borró la sonrisa espontánea. Cristina está que arde, De Vido, el más sensato, comienza a percatarse de lo que será un futuro más que difícil y que no se anima a comentar con su jefa. Aníbal, el Fernández que no supo vislumbrar la derrota, confesó en rueda de amigos que “éste es el momento ideal para renunciar” y reflexiona sobre las facturas que deberá pagar el Estado -es decir, nosotros- a las encuestadoras que vendieron un resultado diferente. A su vez, esos encuestadores se encogen de hombros y se aprestan a dar explicaciones a quienes se presten para escucharlos. Braga Menéndez, prudente, guarda silencio y Filmus, uno de los derrotados, repite convencido que los porteños no saben votar.
La realidad se ha instalado en el gobierno pero, como siempre, la miran durante un rato y después comienzan a dejarla de lado. Dibujan y modifican cálculos y, aunque las matemáticas son inexorables y perfectas, hacen cuentas y más cuentas, pero los que saben ya dibujan los números del futuro cercano. El 31 de este mes, la temida segunda vuelta anticipa para Macri un porcentaje oscilante en el 60 por ciento de los votos y también saben que es un anticipo de lo que vendrá.
En el medio, el 24 de este mes serán las elecciones santafecinas y, según parece, el resultado será otro terremoto aún no definido totalmente. El prosista Del Sel puede ganar o arañar la victoria. Lo interesante es que la mayor parte de los votos le son favorables en los sectores más bajos y periféricos de la población; se muestran más conservadores que el resto y popularizan la nueva oferta partidaria. La curiosidad se ahonda, pues se repite en otros distritos y marca una tendencia renovadora en la política. Las matemáticas de que hablamos nos dicen que el voto del campo constituye alrededor de un 17 por ciento del total, a lo que debe agregarse otro fenómeno que produjo la resistencia a la famosa 125 que impulsaba Néstor Carlos Kirchner: la identificación de las zonas urbanas del interior que descubrieron la medida de su dependencia económica de los ingresos agropecuarios. Las retenciones iniciaron la derrota del kirchnerismo y ahora la caída del consumo afecta a la producción, a la industria y a todos los segmentos sociales. Las ciudades ya se muestran contrarias al modelo que Cristina quiere profundizar y que el viceministro de Economía propicia radicalizar. Como una síntesis espontánea de lo que escribimos, hace unas horas la Presidente habló para lanzar su programa de lo que parece una fijación: cerdos para todos. El comentario de Bussi, presidente de la Federación Agraria Argentina, a quien el gobierno quiso tentar con un puesto en la lista de candidatos, fue ácido y contundente: “Sí, dijo, pero con chanchos ¡¡brasileños!!
Por un instante, se dijo a sí misma que ni Zannini, ni Parrilli ni la SIDE podían haberse equivocado tanto. La sola mención de los Duhalde y del crecimiento en la expectativa electoral la enfermaba y tenía prohibida la sola mención de la pareja de Lomas de Zamora. Tampoco de Alfonsín, desde que le dijeron que toda la oposición podría unirse en un proyecto común. Hasta Kunkel se había reído pese a que un trompazo le astilló el parabrisas de su auto. Le comentaron que había sido involuntario pero había que acusar y contraatacar con más y más acusaciones y denuncias. ¿Quién podrá hablar con Moyano y para qué...?
Cristina, en la soledad de su despacho, meditaba sobre las recomendaciones de Artemio López, el encuestador devenido en una especie de ministro del Interior y asesor del comportamiento político para enfrentarlo a Macri. Todos sus concejos fueron seguidos al pie de la letra y hasta los momentos elegidos para la sonrisa de Boudou y el desorden pilífero de su cabeza centralizado en las fotografías. “A la juventud le gusta el rock, la guitarra y las motocicletas. Los jóvenes son mayoría de votantes y hay que conquistarlos.” La frase le daba vueltas y miraba los titulares de los diarios desparramados sobre el escritorio. Cristina carraspeó una frase dura y dijo algo sobre dejarse conquistar y rápidamente reparó en la noticia sobre los hermanos Noble. “Tras la derrota se nos vino encima este otro asunto. Un golpe tras otro... es para no creer”. Ella no lo sabía, pero el tema recorría el mundo y le daba una interpretación significativa. Si lo supiera, se preocuparía aún más, sobre todo si se enteraba de que el poderoso sector de los negocios se juntaba con otros más comunes de la opinión pública y que todos miraban con simpatía este extraordinario caso que involucraba a dos jóvenes que permanecían fieles a su madre.
Para colmo, días atrás, durante su último viaje a México, había ratificado su proyecto de conquistar a Clarín después de que se confirmara la paternidad de presuntos desaparecidos que convertirían a éste en un verdadero escándalo superior. Se asegura que la idea era convencerlo a Slim, el empresario austríaco-mexicano, de que, cuando esa noticia fuera convenientemente manejada, la estabilidad empresaria, cuyo emblema es el Diario, se debilitaría y sería más fácil acceder a una eventual compra. Detrás, aguardaban los planes políticos proyectados hacia el infinito, con la reforma constitucional incluida y la avalancha camporista que ella había bautizado de esa manera. Adiós al fantasma del peronismo, adiós. Ella lo reemplazaría con su propio movimiento, pero las cosas ingresaron sorprendentemente en una niebla espesa apenas surgió, inesperado, el negociado de las Madres de la Plaza de Mayo, de Hebe de Bonafini y de ese parricida Schoklender que parecía tan dócil, mucho más que la jujeña Milagro Sala, mucho más que el chileno Rudy Ulloa, por cierto, muchísimo más que los Eskenazi, cuyo conflicto familiar amenaza con otro frente de tormenta, más que Jaime, menos que Oyarbide y también de todos aquellos que hacen cola para participar de los permitidos favores que distribuía su gobierno.
Miraba por la ventana mientras se cumplía la orden de dejarla sola, de no interrumpirla. Ahora, después de Hebe, se venía un probable conflicto con Estela Carlotto. ¿Los Noble serían condescendientes con el infierno que les creó durante ocho años...? ¿Qué sucedería en adelante con los miles de millones de dólares distribuidos a lo largo y lo ancho de la construcción política que se hizo con los Derechos Humanos...? ¿Y con el Banco Central...? ¿Y con los jubilados? ¿Y con los militares? ¿Y con los recursos energéticos y...? No quiso pensar más. Se arregló el pelo y el vestido y, al mirar por la ventana hacia la tarde brumosa, creyó, con la mirada puesta en dirección al puerto, ver el perfil del edificio de los Tribunales de Comodoro Py. Pensó en los jueces y sus sentencias y no pudo reprimir un estremecimiento.
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