EL DESCRÉDITO DE LAS ENCUESTAS GOLPEA AL OFICIALISMO
Todo venía bien para la reelección presidencial. La economía seguía creciendo y el consumo se mantenía, pese a la inflación, que no daba signos de agotamiento. Hasta que se desencadenaron los hechos que no prevé la ciencia económica. Esta secuencia empezó con el descubrimiento de los negociados escandalosos de Sergio Schoklender con la Fundación Madres de Plaza de Mayo, a los que no fue ajeno Néstor Kirchner y luego Julio de Vido, José López y Roberto Baratta. También hay que descartar que la cercanía de las elecciones presidenciales -a menos de 120 días vista- empezara a posicionar a los candidatos opositores, pese a que los encuestadores, la mayoría pagos por la ANSES, no lo registran. No es habitual en las democracias avanzadas que se intente instalar un escenario hegemónico como el que forzó el kirchnerismo con el “Cristina ya ganó”. Todo empezó con el entierro de un político corrupto que el marketing vendió como un nuevo Che Guevara. A esto se le sumó una promocionada participación de la juventud que no es, en realidad, tan relevante como la que quisieron mostrar. Así fue que ganó los medios una pléyade de encuestadores excesivamente truchos, compuesta por Dorys Capurro, Graciela Rohmer, Ricardo Rouvier y Carlos Fara, entre otros, encabezados por el veterano Julio Aurelio, que lanzó la teoría de que CFK tenía el 51% de los votos. Lo siguió la Capurro con 50%. Se sumaron a esta movida Hugo Haime, otro embustero que pertenece al mobiliario del Ministerio del Interior, y el inefable Roberto Bacman, antes encuestador exclusivo del grupo Clarín, que fue echado por sus propios horrores. Este cortejo fúnebre también sumó a Artemio López, otro mentiroso, pero que lo hace coherentemente, a diferencia de los anteriores.
Las más prestigiosas
En el año 2009, las consultoras de opinión Poliarquía y Management & Fit acertaron con el triunfo de Francisco de Narváez, junto con Jorge Giacobbe y asociados e Isonomía, que también acertaron.
Poliarquía, la firma más prestigiosa, tiene, sin embargo, una contradicción. Cuando publica sus encuestas en el matutino La Nación, generalmente refleja la realidad. Pero publica poco y sus directivos se pasean por televisión diciendo “Cristina ya ganó”. Las excepciones son Sergio Berensztein y Alejandro Catteberg, que son muy medidos y contrastan con Fabián Peredchodnick y Eduardo Fidanza, que parecen militantes del FpV. También está el caso de Management & Fit -de Mariel Fornoni- que no tiene contratos con la ANSES y es la única que habla de segunda vuelta, pero mantiene un dato sospechoso: le asigna a Eduardo Duhalde el 5%. Y es sabido que Management trabaja en forma cautiva para Francisco de Narváez, que selló una alianza con Ricardo Alfonsín.
Así es que la credibilidad de los encuestadores, en general, está en tela de juicio y no resulta fácil creerles, ni siquiera al prestigioso Manuel Mora y Araujo, que hace rato dice que CFK gana la elección en primera vuelta.
Después del resultado de este domingo en Capital, es sumamente difícil hablar de que CFK será electa en primera vuelta. Hay claros indicadores de que el kirchnerismo se ubica en alrededor del 35% de los votos en Buenos Aires, menos del 30% en Capital y Córdoba, y el 30% en Santa Fe. Ahora, de la mitad para arriba, el país es del Frente para la Victoria y lo mismo el sur. La suma de todo esto no alcanza para llegar al 40% de los votos. Más teniendo en cuenta el armado de las listas, donde CFK excluyó al peronismo y al sindicalismo y los reemplazó por jóvenes gerentes de empresas del Estado, los que, en su bautismo electoral en la Capital fracasaron rotundamente. El futuro argentino es una incógnita donde el Frente para la Victoria ya sufre el embate de Alfonsín y Duhalde.
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