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viernes, 14 de enero de 2011

El Santiago de Zamora: una postal vergonzosa‏

Hace unos días, en una reunión escuché a un grupo de personas hablar sobre qué fabulosa es la administración del gobierno de Santiago del Estero del doctor Gerardo Zamora, en la República Argentina. Celebraban y recordaban con cierta admiración la terminal nueva de ómnibus, la autopista que hicieron por sobre las casas con techos de chapa, sobre cómo quedó de precioso el Centro Cultural, sobre la inteligencia de Zamora de gestionar y pagar por supuesto grandes sumas de dineros insondables, para que pase durante una hora el Dakar por esa ciudad, la construcción desesperada e imparable de obras públicas por toda la ciudad, desde las innecesarias hasta las más banales… y me preguntaba. ¿”Qué hace exitoso a un gobierno como éste?… ¿eso?

Niño del interior de Santiago del Estero sin agua potable, con erupciones por la alta contaminación de arsénico de lo que beben
Cuando se denunció penalmente que Añatuya, una ciudad del interior de esta provincia, es una de las tres fábricas de bebés de la Argentina, con la desaparición sistemática de un promedio de 12 bebés por semana, persiguieron y metieron presas a las mamás que nos acompañaron a decirlo. Las hicieron violar en las comisarías del lugar y la justicia las liberó, seis meses después por falta de mérito. Así las acallaron. Ya ninguna de ellas quiere hablar.
Los denunciados lograron su sobreseimiento en la causa por trata de bebés, sin siquiera haberlos citado a declarar.
Políticos mediocres
De aquella valentía, de la que fuimos testigos, tan sólo quedan, en algunas de ellas, fuerzas para esconderse en el monte, como animales cuando están por parir, para que no les arrebaten sus hijos para venderlos.
Cualquier atorrante se transforma en administrador de pueblos con tanta mansedumbre como los santiagueños. Hemos notificado fehacientemente a este individuo sobre la trata de bebés despiadada que hay en la provincia que administra. Incluso él mismo, sin que se le mueva un músculo de la cara lo ha reconocido públicamente, el día lunes 27 de mayo del año 2006, ante la Asamblea Legislativa de su provincia.
Luego, no hizo más que sentarse obscenamente a ver pasar el fracaso de los pobres.
Como un sólo miserable no es suficiente para causar tanta pena, se aparean con diputados, senadores, jefes de registros civiles, jueces de paz, directores de hospitales, jueces penales, jueces de familia, defensores de menores, funcionarios, políticos, monjas, sacerdotes y los sucesivos obispos de Añatuya que siempre estuvieron dispuestos a bendecir la modificación de identidad ilícita de los más pequeños, y hasta lo fundamentaron, convenciendo a sus feligreses, que “los niños se crían mejor con familias pudientes”.
Como con los milicos, se venden bebés
Si estos funcionarios fueran solidarios y cuidaran a su pueblo, nadie podría decir, que en Santiago del Estero se venden bebés. Tampoco habría, ninguna persona de bien, que ante semejante lucha a favor de los Derechos Humanos, se pudiera lamentar por no tener autopistas, terminales de ómnibus suspendidas y obras faraónicas, de costos incalculables.
Quizá ni siquiera advertirían que les falta lo insípido e insustancial, ante la obtención del bienestar por saber que su provincia no es reconocida, por sus edificios fabulosos o por el Dakar, sino porque dejó de ser una fábrica de bebés para exportación. No se perpetran en sus sillones y trabajan de políticos porque sean buenos ni solidarios ni inteligentes ni amen a la tierra que los vio nacer. Lo hacen porque se atraen y los asocia la perversidad, esa que les permite vivir para tan sólo ellos, en medio de tanto dolor de la gente, con la obstinación de perdurar.
Las herramientas que utilizan para ello son conocidas: les vician la voluntad con el hambre, con la miseria, los reducen a objetos, les quitan el agua potable, les roban sus campos, los colocan en colectivos y por ese día, votándolos en las urnas, pueden comer, un sándwich, unas mamaderas para sus niños y hasta un poco de vino y pan.
Tan sólo quedan los maridos, los padres de los niños, esos hombres fuertes, jóvenes, pero llenos de miedo por no poder trabajar, que ya hace tiempo comenzaron también a diezmar.
¿Cuándo reaccionarán los mansos?
A una entrevista de Página 12, al pasar logran decir: “No nos dicen adónde vamos ni cuánto ni cómo nos van a pagar”. “Ni siquiera sabemos cuánto nos van a pagar la hora.” “Ni siquiera sabemos cuántos días vamos a trabajar.” “Ni siquiera sabemos cuándo vamos a volver.” “Cuando alguien se quejó, castigaron a toda la cuadrilla.”
Algún día esos pueblos mansos, deberán decidir el futuro que pretenden para su generación y la de sus hijos. Algún día deberán darse cuenta que tan sólo ellos, tienen el poder total. Algún día deberán aprender a decir dos términos que ya olvidaron que también existen y tienen libertad para usar: ¡no! y ¡basta!
Un presente que los angustia, un pasado igualmente insoportable, un futuro desconocido. No se dan cuenta de su poder como comunidad y los pícaros que lo saben lucran con su ignorancia. Son esclavos, no tienen nada. La dignidad de vivir humanamente se las robaron. No saben ni pueden siquiera defender a sus mujeres ni a sus hijos.
Necesitan de las personas de bien, que somos mayoría. Los funcionarios, lucran con esto y por supuesto, ni siquiera dicen “mu”.

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