El gobierno de Gerardo Zamora ha vuelto a poner en funcionamiento su espectacular sistema de fuegos de artificios, con la detención de dos o tres personas que habrían defraudado a la dirección general de Rentas, a través de las famosas timbradoras apócrifas.
Los acusados están presos como corresponde, aunque parece desproporcionado el despliegue periodístico que se realiza por instrucciones de la Casa de Gobierno.
Sin embargo, la ciudadanía, cada vez que se habla de Rentas, exige que se esclarezca el asesinato del empleado Raúl Domínguez, quien tuvo la valentía de denunciar los fraudes y estafas de “los grandes” y jamás se rectificó (como le pedían jueces y policías), de sus declaraciones y testimonios. Por eso lo mataron, lo descuartizaron y lo arrojaron en un baldío cerca de su domicilio.
Todo el “espectáculo circense” que se está llevando a cabo por dos o tres “empleaduchos” que habrían estafado a Rentas, se parece a una maniobra con la que se pretende ocultar la vergüenza de este gobierno de una omisión histórica como es la falta de esclarecimiento del asesinato de Domínguez.
Hacernos mirar para otro lado y no hacer absolutamente nada por descubrir quiénes ejecutaron a Domínguez, representa un insulto y una subestimación despreciativa de los gobernantes a la memoria de los santiagueños, que exigen una verdadera investigación y la cárcel para quienes ultimaron al empleado de Rentas.
¡Para qué hablar de los policías y de los jueces que convocaron a Domínguez a una dependencia policial con el pretexto de que ampliara su testimonio; de donde desapareció hasta aparecer asesinado! A los uniformados los trasladaron y a uno de los jueces lo ascendieron a camarista.
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