¿Es lo mismo robar que ver robar?‏

No es lo mismo robar que ver robar, eso lo sabe cualquiera que alguna vez haya pasado por la función pública. El que roba se enriquece, mientras el cómplice tiene en la consideración pública casi el mismo dolo, porque pudiendo denunciar, no lo hizo. Porque era su obligación desnudar la corrupción.

Cabría preguntarle a Juan Manuel Beltramino, qué se siente al lado de Hugo Infante, qué recuerdos de otros tiempos lo asaltan cuando tiene que sacarse una foto al lado de un hombre que entrará a la historia como integrante de uno de los gobiernos más corruptos en la historia de la ciudad de Santiago del Estero. O, mejor, qué lo lleva a ser compinche de una corruptela que, cuando tenga fin en la provincia, desnudará delitos mucho más grandes que los cometidos por el propio Julio Fernando Alegre, hoy habitante de la cárcel de Colonia Pinto.

Hace un tiempo Arena Política publicó que Beltramino había pedido licencia para no verse implicado en los negociados y chanchullos que viene desarrollando a diario el actual intendente de la ciudad. Pero muchos militantes políticos que lo conocen de otros tiempos observan con estupor que volvió a sus funciones en la comuna. Hoy aparece en los diarios, fotografiado junto a Infante, creyendo que quizás su acompañamiento salvará al otro de una segura estadía en los lóbregos pasillos de la cárcel pública de varones. Muchos creen que ahora su suerte correrá pareja.

El que roba, por lo menos tiene la valentía de meter los dedos en la lata sabiendo que ha tirado su honra a los chocos, el que vé robar y no lo denuncia, siendo su obligación hacerlo es mucho peor, porque le faltó aquel valor del ladrón por una parte. Y porque la sociedad esperaba -fervientemente- que, dados sus antecedentes, y su hombría de bien, se diera vuelta para señalarlo ante los jueces como lo que es.
Algunos prefieren la foto con Infante antes que una estatua junto a Mario Bonacina. Allá ellos.