SI LA OPOSICIÓN SE IMPONE EN EL CONGRESO LOS EFECTOS SE HARÍAN SENTIR EN EL PJ. Argumentarían que la división del voto peronista en dos podría hacerle ganar varias provincias a la UCR.
Un silencio que se hace sentir es la actitud adoptada por los gobernadores justicialistas. Hasta Daniel Scioli, acostumbrado a un perfil alto, aparece en los medios lo estrictamente necesario. Se trata de un silencio tenso. Porque la mayor parte de los gobernadores, al igual que los intendentes del conurbano, ya habrían sido avisados por Juan Carlos Mazzón y otros operadores kirchneristas que en agosto empezará la movilización del peronismo en todos los distritos, a un año de la interna abierta del 14 de agosto del año que viene.
Toda la expectativa se concentra hoy en la actual batalla que el gobierno y la oposición libran en el Congreso. Hasta ahora y mediante la persuasión de senadores y diputados opositores, los Kirchner se las arreglaron para que las embestidas opositoras no terminaran en ley. Así ocurrió con los DNU que instrumentaban el Fondo del Bicentenario y el FODEAR para pagar deuda pública con reservas. También se frenó a último momento la distribución de los fondos del impuesto al cheque entre las provincias.
Pero la nueva ofensiva opositora tiene ya tres ejes: la modificación del Consejo de la Magistratura y los límites a la facultad del Jefe de Gabinete para reasignar partidas presupuestarias -ya con media sanción- y el avance para tratar el 82% móvil y la reforma del INDEC. La desesperación presidencial por subir a su vuelo a China a las senadoras Marina Riofrío (San Juan, PJ) y Ada Iturrez de Capellini (Santiago del Estero, Frente Civico) opuestas al proyecto oficial de matrimonio gay, muestra a las claras que el gobierno hará lo imposible para no perder.
El veto como símbolo de la pérdida de poder
Como ya lo anticipó el mismo Kirchner, a su esposa no le va a temblar el pulso para vetar todas las leyes que contradigan los dictados del Poder Ejecutivo. Y la Corte Suprema ya dio señales públicas y reservadas de que no es partidaria de judicializar nuevos conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo. ¿Por qué entonces tiene importancia decisiva lo que ocurra en el Congreso? Una parte de la respuesta es obvia: los bloques opositores mejorarían su posicionamiento ante la sociedad si llevan al gobierno a la opción de vetar, sobre todo con leyes de gran consenso social como la del 82% móvil. Pero también juega otro efecto. Los gobernadores justicialistas se mantienen disciplinados cumpliendo las instrucciones de Kirchner, no sólo por la gravitación de la chequera. El éxito del ex presidente en frenar la embestida opositora en el Congreso a partir del 3 de diciembre pasado le quitó margen a cualquier disidencia en el PJ. Pero si el gobierno queda aislado y obligado a vetar, esta derrota daría pie para que empiecen las críticas.
El tema dominante
La tensión entre los gobernadores oficialistas y los Kirchner tienen un solo tema dominante. Antes de fin de año el gobierno pretende obligarlos a comprometerse públicamente a convocar a elecciones provinciales conjuntamente con las nacionales. Es decir, a atar su suerte al carro de Olivos. También en los próximos meses, el Peronismo Federal empezaría a mostrar sus candidatos a gobernador en algunos distritos. Eduardo Duhalde, por ejemplo, ya lo hizo con Eduardo Mondino en Córdoba. Así las cosas, la partición del voto justicialista entre kirchneristas y peronistas federales podría hacerles perder la reelección a unos cuantos. Jorge Capitanich (Chaco), Jorge Uribarri (Entre Ríos) Maurice Klos (Misiones) y José Luis Gioja (San Juan) serían algunos de los que están sacando las cuentas y ven que los números no dan: con un peronismo dividido en las urnas ganaría esos distritos la UCR. Kirchner responde a estas inquietudes diciendo que todo el peronismo concurrirá a la interna del PJ y que habrá un acuerdo con el Peronismo Federal. Pero Duhalde y Felipe Solá, hasta ahora, se niegan sentarse a la mesa y Francisco de Narváez y Mario Das Neves no quieren ir solos, porque quedarían descolocados.
Si no hay acuerdo para que haya una sola interna abierta, la única salida de los gobernadores sería escaparse de la pelea nacional desdoblando la fecha de las elecciones provinciales. De ese modo podrían negociar con el PJ disidente y tal vez salvar sus gobernaciones. Pero Kirchner se desangraría, porque debería ir a la interna abierta y luego a la general sin el apoyo de los aparatos locales, excepto el de Buenos Aires, que por ley ya ató su calendario al nacional. El resto de los gobernadores se hicieron los distraídos y ni se les ocurrió impulsar proyectos de ley sobre internas abiertas.
Ahora se abre la posibilidad de que, si el kirchnerismo es derrotado en el Congreso, ésta sea la señal de largada para que los gobernadores K empiecen a dar señales de que quieren desdoblar las elecciones locales, antes de que sea demasiado tarde.
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