Encuestas de noviembre indican que la presidente no puede ganar en primera vuelta. En política es habitual que los planes sólo sirvan para ser cambiados. Es lo que acaba de ocurrirle a la presidente. Tenía previsto disfrutar varios meses más de su victimización como presidente viuda.
Pero tanto las filtraciones de Wikileaks como los mails de Manuel Vázquez cambiaron el escenario. En los cables del Departamento de Estado, el gobierno argentino fue, por lejos, el más castigado por las sospechas de corrupción, lavado de dinero y narcotráfico. La llamada de Hillary Clinton a CFK para distender los ánimos es un indicador de la gravedad del castigo, porque la Secretaría de Estado no difundió ninguna otra comunicación con un jefe de estado latinoamericano. En cuanto a los mails del asesor de Ricardo Jaime, aunque su valor probatorio ante la justicia sería relativo, estarían desatando una ola de nerviosismo entre muchos ministros y secretarios de estado. Cuando menos dos ministros se reunieron esta semana con el Procurador General de la Nación Esteban Righi para pedirle asesoramiento acerca de cómo organizar sus defensas penales para el caso de que el kirchnerismo pierda el poder.
Pero el golpe político más sensible que sufrió CFK fue la instalación, como tema político, de la vulnerabilidad de su equilibrio psíquico. Coincidentemente, el paraíso de encuestas abrumadoramente favorables empezó a diluirse en Olivos. Una encuesta de Isonomía, que dirige Juan Germano, muestra un sutil cambio en la tendencia. De acuerdo al estudio de noviembre, CFK se quedaría en primera vuelta con el 36.9% de los votos. A Cristina Fernández la seguirían, en orden: Julio Cobos, con el 7.8%; Pino Solanas, con el 7.6%; Ricardo Alfonsín, con el 6.9%; Mauricio Macri, 6.5%; Daniel Scioli, 6.0%; Eduardo Duhalde, 4.6%; Carlos Reutemann, 4.1%; Alberto Rodríguez Saá, 4.0%; Elisa Carrió, 3.3%; Mario Das Neves, 2.1%; Felipe Solá, 0.6%.
Estos números coincidirían con otros encargados por la Casa Rosada. En este nuevo escenario, la reelección no sólo no está asegurada sino que enfrenta nuevas amenazas. Hasta Hugo Chávez, imitando tal vez los modos de Hugo Moyano, habría intentado presionar a CFK anunciando que sería hoy el orador principal de un acto anti EEUU a realizarse en Mar del Plata. Después de negociaciones reservadas del canciller Héctor Timerman -preocupado porque el acto podría ser interpretado en Washington como una réplica a los cables- Chávez finalmente buscó una excusa para ausentarse de la cumbre iberoamericana en Mar del Plata, tal vez molesto porque el kirchnerismo no aceptaba su acto.
Por cuatro años más
A la defensiva y con viento en contra, Cristina optó por quemar etapas y pasar a la ofensiva. Ayer, en un acto en Lomas de Zamora, pronunció las palabras mágicas que el kirchnerismo duro esperaba: “Vamos por más, porque merecemos más”. De este modo empezó la transición del luto hacia la candidatura. En las últimas horas ya hubo señales de que se convocaría a todos los gobernadores peronistas a una cumbre partidaria para oficializar el operativo reelección. Sin duda que la movilización kirchnerista que se avecina -sobre todo con una oposición semi inactiva- sería suficiente como para fortalecer la figura presidencial. Y hasta le serviría de antídoto contra algunos ataques, porque si ya es candidata ella podría alegar que la descalifican por motivos electorales.
Pero esta huida hacia adelante también tiene sus riesgos. Una de las debilidades del cristinismo es su escasa vinculación con los aparatos territoriales del justicialismo. Salvo Jorge Capitanich y, en menor medida, Sergio Uribarri y Maurice Closs, las relaciones de Cristina con el resto de los gobernadores no son demasiado estrechas. Al adelantar el operativo de su reelección, ella pasará a depender cada vez más del apoyo de gobernadores e intendentes. Si éstos no la apoyan enfáticamente, su candidatura se debilitaría a nueve meses de las primarias y a casi un año de la elección nacional. Y obviamente, una candidatura anunciada tantos meses antes podría sufrir un serio desgaste.
En otras palabras, la necesidad de remontar los sinsabores de los últimos días colocan a CFK muy cerca de tener que depender de los favores de un aparato partidario que no controla y en el que no confía. La nueva etapa también haría crecer a los que ofician de puentes con la dirigencia partidaria, como Aníbal Fernández, Florencio Randazzo y Juan Carlos Mazzón, pero debilitaría a Carlos Zannini, Carlos Parrilli y Rudy Igor Ulloa, de muy escasa presencia en las filas peronistas.
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