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lunes, 25 de enero de 2010

EL JEFE DE INFANTERIA POLICIAL



El raído ropaje político del vice gobernador Niccolai, anoche ha sufrido un nuevo desgarro. Ya mostró las uñitas, cuando, a vecinos de Añatuya que reclamaban por agua, los mandó a reprimir con la guardia de infantería de la policía de la provincia.

Este viernes, se previó una asamblea y marcha en la principal plaza de la ciudad de la tradición y, con toda la paranoia de por medio, en horas de la tarde, se habían apostado diversos puestos de control policial en la ruta 34, rotondas de acceso a la ciudad, custodia del hospital zonal, decenas de policías vestidos de civil, informantes del D2 que circulaban en dos camionetas blancas doble cabina del gobierno filmando y fotografiando, abierta y decididamente.

La misión era obvia, encadenar el inmenso manantial popular desbordado de una sociedad rebelada, ante la injusticia, la mentira y la opresión. No pudieron.
Los vecinos se congregaron igual y también marcharon igual. Una inmensa muchedumbre marcho encolumnada detrás del reclamo de salud, que es reclamar por vida. Miles de personas, de todos los segmentos sociales y edades, con bronca, esperanza y alegría; con los dientes apretados, con las firme sospecha de que estos canallas habían preparado la trampa, el incidente que los hiciera incurrir en lo que andan buscando: el escándalo mediático - que tan bien manejan- el pueblo, viejo gladiador de las calles, supo que hacer: al frente de la columna, dispuso de los cuadros mas racionales y prudentes.

No hubo respuesta a la provocación oficial de Niccolai, el vice, formado en los principios gorilas de la derecha correntina, y perfeccionado en la escuela conservadora del zamorismo, fiel custodio de los intereses vernáculos de los grupos económicos de Santiago.

Se tuvo que retirar de escena con su trampera a cuestas. Quiso aplicar la formula de Nicolás Maquiavelo "al príncipe se debe querer o temer". Así lo intentó: no pudo. El pueblo ni lo quiere, ni le teme.; sencillamente lo hace responsable junto a Zamora de la catástrofe a la que han llevado a la salud pública. Todo el andamiaje imaginado por Ramón Carrillo y defendido con uñas y dientes por médicos y técnicos, enfermeros, por décadas de sacrificios en la línea decisoria de la vida o la muerte, agoniza muriendo en manos de dos canallas, que además de conspirar contra la vida de los pobres, no vacilan en echar a la calle a quienes la defienden.

LOS HUEVOS DE LA SERPIENTE.
Estaban allí, enropados de civil, inadvertidos a los ojos de los vecinos, disfrazados de "gente común", pero no son gente común, son el viento asesino que confeccionó las listas de miles de seres humanos que ya no están: desaparecidos, torturados, encarcelados, suprimidos, a raíz de "lo que ellos informan".

Son los túmulos de la muerte que sobrevive, coordinados por la segunda línea del D2 ayer al servicio de los dos innombrables hoy presos. Están para meter miedo, para decirnos que el crimen impune vive y esta coleando, gozoso en este club de payasos, aprendices de caudillos que nos gobiernan, acomplejados de no poder reiterarse en las mañas y perfidia de las operaciones judiciales de causas armadas y atentados fraguados en las entrañas de sus servicios de informaciones.

Están allí para imantar el miedo de los pobres del mundo, para decirles que el patrón se hizo presente, no vayas, ojo con las consecuencias, te grabamos, filmamos y fotografiamos, si apareces se acaba el contrato de locacion que te dimos o dijimos que te íbamos a dar.

Ofende ver, hace pocos días, como en un pasillo de la legislatura, el jefe de la infantería policial Niccolai, hoy asesorado por los buchones de Musa y D'amico, inauguró una placa en memoria de los desaparecidos en Santiago del Estero, acompañado del diputado forro de "pucho" Lorenzo, todo compungido el. Si el mismo que no titubea cuando de reprimir y amedrentar a la gente sencilla se trata.
Dicen que se habían congregado en la sede del obispado, que habían montado el operativo desde allí y que la operación falló: nadie agredió a nadie. Ni siquiera el reventón de una cámara de bicicleta. Las fauces babosas de la bestia se quedaron vacías: por hoy no iban a cenar a ningún inocente.

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