Me veo obligado a escribirle, porque usted ha perdido, al parecer, la noción de lo que ocurre genuinamente en nuestra sociedad. Así como las consecuencias de los actos que día a día perpetra, desde el puesto que hoy transitoriamente ocupa. Incluso esto, parece no comprender que su función es transitoria. Y actúa como si por algún acto de oscura magia, usted hubiese sido ungido emperador.
El malestar social que su conducta y las de sus funcionarios provocan, ha crecido de uno modo que llega a alcanzar dimensiones alarmantes.
El clima de inseguridad social, temor al más mínimo acto de libertad de expresión, angustia por la increíble inestabilidad laboral que este gobierno ha creado, oprime semana a semana a cientos de miles de santiagueños.
Familias enteras viven esperando que llegue el fin de semana, para descargarse un poco en familia, luego de pasar sus horas laborales como si los mantuvieran en un campo de concentración.
Presiones, amenazas, espionaje, delación, han sido llevadas hasta un grado increíble, que ni en las peores dictaduras militares hemos sufrido.
Mientras tanto, usted departe en fastuosas fiestas los supuestos logros por inaugurar faraónicas obras. Que no dejan el menor beneficio económico al Estado. Sino a particulares amigos del régimen. Y a los funcionarios, que han hecho de la mega construcción con recursos del estado, el mejor modo de transferencia rápida de los bienes públicos a su patrimonio personal.
El continuo aislamiento que vive, entre carpas con aire acondicionado, salones VIP, viajes internacionales, etcétera, lo ha hecho incapaz de ver ni siquiera los más gruesos problemas que padece la población. Así, nunca supo de la situación insoportable de los trabajadores de la Salud, ni de la ruina en que se encuentran los hospitales públicos. No lo supo, hasta que inmensas manifestaciones de médicos y enfermeros, se lo hicieron saber en la calle.
Cuando eso sucedió, quiso mirar para otro lado, apostando al desgaste de los manifestantes, como ya está acostumbrado a hacerlo. Y pretendió ocultar el problema, con el auxilio de los medios locales de desinformación, que por millones de pesos, que le pertenecen al pueblo, se han convertido en meros instrumentos de las apetencias sin límites de un pequeño grupo de capitalistas.
La solidaridad nacional y la prensa alternativa, que logró instalar el gravísimo problema de la Salud en la conciencia de toda la opinión pública, lo obligó a tomar medidas, aplicar remiendos, someterse de mala gana a una negociación. Donde acudió acompañado con una gavilla de personajes dispuestos a desarticular esa reacción autoconvocada, que había surgido por razones justicieras e impostergables.
Tampoco vio ni ve el grave problema de los empleados municipales, que no han podido lograr, durante toda la gestión de Alegre ni de Infante, una sola cosa: que les paguen el salario que les corresponde por ley.
Ni mucho menos ve el problema de miles de policías, atacados, injuriados, vulnerados en sus derechos de una manera sistemática, a quienes obliga cotidianamente a soportar un verticalismo en el que no creen, pues consideran que la cabeza es ilegitima y está podrida.
Les ha mentido a los miles y miles de contratados -con contratos que violan las Leyes Laborales e Impositivas vigentes-, lanzándoles la afrenta de que "a los cinco años van a quedar efectivos". Cuando es tradición consolidada en la Argentina que un trabajador contratado tiene efectividad luego de los tres meses, si se decide continuar con esa relación laboral. Pero ni siquiera esa promesa humillante ha cumplido. Conservándola como una espada de Damocles sobre las cabezas de los contratados, como presión para obtener sus votos por el miedo.
Debo decir estas verdades por escrito, dada su reiterada negativa a someterse a un debate abierto conmigo. No sólo usted, sino también sus diputados, a quienes ha ordenado rechazar cualquier proyecto de Zavalía, sin atreverse siquiera a abrir la boca para expresar razones y limitándose únicamente a levantar las manos ante la batuta obsecuente de su segundo en la Cámara.
Ahora, para mayor "seguridad" (de la camarilla que mal gobierna), ha suspendido las sesiones legislativas. Hasta después de las elecciones. No vaya a ser que Zavalía consiga más adhesión de las que en numerosa cantidad le otorgan todas las encuestas, con alguna nueva verdad ventilada allí, ante un público que constantemente lo aplaude.
A pesar de todo esto -y mucho más, que me reservo la oportunidad para manifestar-, apelo a lo que pueda quedarle de sensatez. A pesar de las agresiones, atentados, a pesar de la caza de brujas, que lo ha llevado a despojar de su función de proveedores del Estado a tradicionales empresas, por el sólo hecho de su paranoia, recurro a un resto de lucidez que pueda conservar, para solicitarle reflexión.
Recapacite, señor gobernador. No se puede gobernar una provincia por el miedo, el apriete, la ocupación por pandillas que someten a la población a un virtual Estado de Sitio.
Estamos en Democracia. Cada ciudadano tiene el Derecho inalienable de sostener su opción personal, por el partido político o candidato que libremente elija.
La Unión Cívica Radical, a la cual pertenezco y pertenecí toda mi vida, y a la que usted también alguna vez dijo pertenecer, es el partido por antonomasia de la Libertad, el Respeto, la absoluta sumisión a las Normas Constitucionales legítimas. Por ello es que he estado haciendo, desde un principio, llamados a la tranquilidad, al respeto mutuo, a la no agresión entre adversarios políticos.
Pero en este clima de intolerancia que usted ha instalado, nuestros llamamientos a la paz son como tirar semillas sobre la piedra.
Debido a lo expuesto, lo hago responsable, desde el día de hoy, de cualquier situación grave, sea en el plano individual o institucional, que pueda ocurrir desde aquí hasta el día siguiente a las elecciones.
Y respecto de los resultados de estas elecciones, le puedo asegurar que si ganamos -como todas las encuestas parecen indicar-, actuaremos de una forma muy diferente a lo que usted y sus engendros políticos, Suárez, Daives, Infante, "DZ" o Alegre, han venido haciéndolo hasta hoy.
José Luis Zavalía
El clima de inseguridad social, temor al más mínimo acto de libertad de expresión, angustia por la increíble inestabilidad laboral que este gobierno ha creado, oprime semana a semana a cientos de miles de santiagueños.
Familias enteras viven esperando que llegue el fin de semana, para descargarse un poco en familia, luego de pasar sus horas laborales como si los mantuvieran en un campo de concentración.
Presiones, amenazas, espionaje, delación, han sido llevadas hasta un grado increíble, que ni en las peores dictaduras militares hemos sufrido.
Mientras tanto, usted departe en fastuosas fiestas los supuestos logros por inaugurar faraónicas obras. Que no dejan el menor beneficio económico al Estado. Sino a particulares amigos del régimen. Y a los funcionarios, que han hecho de la mega construcción con recursos del estado, el mejor modo de transferencia rápida de los bienes públicos a su patrimonio personal.
El continuo aislamiento que vive, entre carpas con aire acondicionado, salones VIP, viajes internacionales, etcétera, lo ha hecho incapaz de ver ni siquiera los más gruesos problemas que padece la población. Así, nunca supo de la situación insoportable de los trabajadores de la Salud, ni de la ruina en que se encuentran los hospitales públicos. No lo supo, hasta que inmensas manifestaciones de médicos y enfermeros, se lo hicieron saber en la calle.
Cuando eso sucedió, quiso mirar para otro lado, apostando al desgaste de los manifestantes, como ya está acostumbrado a hacerlo. Y pretendió ocultar el problema, con el auxilio de los medios locales de desinformación, que por millones de pesos, que le pertenecen al pueblo, se han convertido en meros instrumentos de las apetencias sin límites de un pequeño grupo de capitalistas.
La solidaridad nacional y la prensa alternativa, que logró instalar el gravísimo problema de la Salud en la conciencia de toda la opinión pública, lo obligó a tomar medidas, aplicar remiendos, someterse de mala gana a una negociación. Donde acudió acompañado con una gavilla de personajes dispuestos a desarticular esa reacción autoconvocada, que había surgido por razones justicieras e impostergables.
Tampoco vio ni ve el grave problema de los empleados municipales, que no han podido lograr, durante toda la gestión de Alegre ni de Infante, una sola cosa: que les paguen el salario que les corresponde por ley.
Ni mucho menos ve el problema de miles de policías, atacados, injuriados, vulnerados en sus derechos de una manera sistemática, a quienes obliga cotidianamente a soportar un verticalismo en el que no creen, pues consideran que la cabeza es ilegitima y está podrida.
Les ha mentido a los miles y miles de contratados -con contratos que violan las Leyes Laborales e Impositivas vigentes-, lanzándoles la afrenta de que "a los cinco años van a quedar efectivos". Cuando es tradición consolidada en la Argentina que un trabajador contratado tiene efectividad luego de los tres meses, si se decide continuar con esa relación laboral. Pero ni siquiera esa promesa humillante ha cumplido. Conservándola como una espada de Damocles sobre las cabezas de los contratados, como presión para obtener sus votos por el miedo.
Debo decir estas verdades por escrito, dada su reiterada negativa a someterse a un debate abierto conmigo. No sólo usted, sino también sus diputados, a quienes ha ordenado rechazar cualquier proyecto de Zavalía, sin atreverse siquiera a abrir la boca para expresar razones y limitándose únicamente a levantar las manos ante la batuta obsecuente de su segundo en la Cámara.
Ahora, para mayor "seguridad" (de la camarilla que mal gobierna), ha suspendido las sesiones legislativas. Hasta después de las elecciones. No vaya a ser que Zavalía consiga más adhesión de las que en numerosa cantidad le otorgan todas las encuestas, con alguna nueva verdad ventilada allí, ante un público que constantemente lo aplaude.
A pesar de todo esto -y mucho más, que me reservo la oportunidad para manifestar-, apelo a lo que pueda quedarle de sensatez. A pesar de las agresiones, atentados, a pesar de la caza de brujas, que lo ha llevado a despojar de su función de proveedores del Estado a tradicionales empresas, por el sólo hecho de su paranoia, recurro a un resto de lucidez que pueda conservar, para solicitarle reflexión.
Recapacite, señor gobernador. No se puede gobernar una provincia por el miedo, el apriete, la ocupación por pandillas que someten a la población a un virtual Estado de Sitio.
Estamos en Democracia. Cada ciudadano tiene el Derecho inalienable de sostener su opción personal, por el partido político o candidato que libremente elija.
La Unión Cívica Radical, a la cual pertenezco y pertenecí toda mi vida, y a la que usted también alguna vez dijo pertenecer, es el partido por antonomasia de la Libertad, el Respeto, la absoluta sumisión a las Normas Constitucionales legítimas. Por ello es que he estado haciendo, desde un principio, llamados a la tranquilidad, al respeto mutuo, a la no agresión entre adversarios políticos.
Pero en este clima de intolerancia que usted ha instalado, nuestros llamamientos a la paz son como tirar semillas sobre la piedra.
Debido a lo expuesto, lo hago responsable, desde el día de hoy, de cualquier situación grave, sea en el plano individual o institucional, que pueda ocurrir desde aquí hasta el día siguiente a las elecciones.
Y respecto de los resultados de estas elecciones, le puedo asegurar que si ganamos -como todas las encuestas parecen indicar-, actuaremos de una forma muy diferente a lo que usted y sus engendros políticos, Suárez, Daives, Infante, "DZ" o Alegre, han venido haciéndolo hasta hoy.
José Luis Zavalía
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