El sistema democrático de gobierno es la manifestación más genuina de un pueblo. Como sistema político sus exponentes encuentran en él un canal para validar sus postulados de justicia en garantía y protección de los derechos civiles, políticos y sociales.
Pero el sistema presenta una deficitaria faceta por cierto, el del hombre político con intenciones “non santas” generalmente ocultadas al pueblo, reveladas una vez asumido al poder o al cargo público.
Son aquellos, que utilizando el fraude electoral traicionando la voluntad soberana del pueblo, excluyen o silencian a las minorías, para ocultar el enriquecimiento personal bajo las más diversas formas de corrupción: clientelismo político, el uso abusivo e ilegal de los recursos públicos, nepotismo, el soborno y hasta el empleo del amedrentamiento y el homicidio.
Se trata sin más, de aquellos inmorales delincuentes que privilegian el bienestar personal por sobre el general.
Así, la democracia a veces se convierte sin quererlo "en el sistema que permite al pueblo elegir a sus propios sinvergüenzas”. Encarnada por aquellos que suponen que mediante inversiones y pautas publicitarias vergonzosas, pueden construir "al menos en imagen" un gran político para continuar engañando al pueblo. No resulta difícil descubrirlos, para saber de quienes hablamos, todos los días ocupan grandes portadas en los diarios, espacios radiales y televisivos, donde las falsas bondades de su corrupto gobierno abundan y las promesas de un futuro mejor es, de su constante dialéctica.
Los santiagueños ya nos equivocamos en el 2006 aceptando sin cuestionamiento la dedocracia del poder, al imponer como Intendente para la ciudad Capital a Julio Fernando Alegre. Lo eligió por entonces Gerardo Zamora, tal como hoy lo hace con Hugo -Lito- Infante. El gobernador parece no escarmentar, no acepta el libre juego de la democracia y su deber de neutralidad "política que la hora impone", para estas elecciones municipales. Debe abstenerse de intervenir por "mandato Moral" al pueblo. Lo hecho por su pupilo Julio Alegre no registra antecedente alguno en nuestra historia.
Pero contrariamente a lo esperado, asume en persona la "responsabilidad de una campaña" que a él no incomoda. Salvo, claro está, de ver disminuido su poder imperial y que su gobierno tenga una bisagra por donde comiencen a vislumbrarse las cataratas de irregularidades e ilícitos cometidos a lo largo de estos seis años.
Si mantener el encubrimiento y la impunidad es la razón. El modo de actuar del gobernador Gerardo Zamora, al menos en su fuero íntimo, estaría justificado. Ahora es el pueblo de la ciudad Capital quien tiene la oportunidad que la historia brinda para revertir este dañino modo de ejercitar la democracia. El 5 de septiembre es el día.-
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