El 70 por ciento de los santiagueños carece de agua potable, y este es uno de los datos que señala la ineptitud, desinterés e irresponsabilidad de los gobernantes. Por ejemplo, Gerardo Zamora es un indocto en muchas materias, lo que puede comprobarse en un rápido repaso por su carrera política como diputado, intendente y ahora gobernador.
Poco y nada ha estudiado (ni menos se ha interesado) sobre las problemáticas globales o regionales que padecen los santiagueños.
Su gobierno carece de políticas de Estado y su administración es un desorden, muy especialmente en áreas sensibles como la Salud y la Educación. En casi seis años de gobierno ha recibido y acatado órdenes y disposiciones de Néstor Kirchner, quien sentó bases en Santiago para obras faraónicas ideadas, proyectadas y pagadas por el gobierno kirchnerista. Por supuesto, ninguna pensada por algún estadista dispuesto a erradicar el atraso y el subdesarrollo que sufre la provincia.
En nuestro medio, el gobernador supone que llenando páginas de los diarios o pagando televisión y radio para aparecer todos los días como la “gran estrella” de la política nacional, podrá esconder la desocupación, la falta de oportunidades, las desigualdades y la exclusión que padecen miles de comprovincianos.
Las grandes obras públicas que le hizo y le hace la Nación a Zamora no están pensadas por mentes santiagueñas; sino que las pergeñan empresarios y socios de Néstor Kirchner y del ministro de Planificación Federal, Julio De Vido. Así le va también a la Nación, porque todo el mundo sabe que el gobernador de Santiago firma callado y se pagan con dineros de todos los argentinos 5 y 6 veces más por el costo de cada uno de estos emprendimientos. La terminal de ómnibus, el autódromo, la avenida de circunvalación, los pavimentos, los enripiados, etc., se hicieron en nuestra provincia porque aquí se avala y se permite que se cometan los latrocinios de los sobreprecios, en escandalosos robos al erario nacional.
Todas estas obras tienen los famosos “retornos”, que no son otra cosa que “gratificaciones” que transformaron en nuevos ricos a funcionarios nacionales y santiagueños, más sus consabidos socios y amigos empresarios.
Con este contexto, son miles nuestros campesinos que perdieron las esperanzas y optaron por vender sus animales y pagar, de vez en cuando, al personal de Recursos Hídricos para que les trasladen agua potable. Otros, sin medios, beben agua sucia y contaminada de pozos o represas. (Los choferes de la repartición oficial le cobran a los 400 pesos por viaje a nuestros pobres paisanos).
En las grandes ciudades, pasa lo mismo. Son muchos los asentamientos o barriadas que carecen del vital elemento. Aquí cerca, enfrente al autopista que une Capital y Banda, está el barrio Cuarto Centenario (detrás del sector de los boliches), que carece de agua potable.
Sus vecinos, cortaron la ruta provincial 1 (el viernes pasado), protestando contra la empresa Aguas de Santiago y las autoridades del gobierno provincial.
Nadie escucha sus reclamos quizás porque la obra requerida es una simple extensión de cañerías que no deja margen o dividendos para los funcionarios provinciales.
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