El ignoto y casi desconocido gobernador de una lejana provincia del sur argentino, que fuera entronizado en el poder por el ex presidente Duhalde, y que dirigió el país durante siete años con una ingeniería política reprobable, construyendo un poder sin basamentos éticos ni morales y con discutible sentido democrático, dejó este mundo en forma totalmente imprevista volviendo a sorprender y desconcertar a los argentinos.
Algunos argentinos, muy pocos, lo lloran sinceramente. Muchos otros, siguen el circo para no quedar descolocados cuando se aclare la situación. Pero millones de ciudadanos, en cambio, la gran mayoría del país, se sienten liberados de un personaje nefasto que dejó pasar nuevamente el tren de la historia e involucionó con sus prácticas políticas el joven sistema democrático que había renacido en el año 1983.
Hay muchas ópticas distintas, totalmente diferentes y muchas diametralmente opuestas. Desde el mejor presidente de la democracia y prócer nacional, hasta un perverso delincuente que usó el poder irrestricto y sin control, para su provecho personal y de sus amigos.
¿Quiénes tendrán razón? Es difícil decirlo en estos momentos en la cual las pasiones aún están a flor de piel e impiden un juicio equilibrado. La Historia lo dirá en el futuro.
No obstante, hay elementos de juicios tan claros y visibles para cualquier observador para puntualizar algunos aspectos que Kirchner dejó como herencia no solo no deseable, sino lamentable, perniciosa y de extremadamente difícil solución.
El primer punto a considerar es la paz social. Kirchner al igual que Perón, por supuesto salvando las distancias, dejó tras si un país profundamente dividido e irreconciliable.
Nunca se preocupó en lo más mínimo de este aspecto central en la conducción de cualquier organización, piedra basal para cualquier otra construcción futura. Más aún, cuando esa organización no es nada más ni menos que un país.
Un periódico brasileño menciona que el país está dividido entre el amor y el odio. Y efectivamente así es. Pero dividido en partes absolutamente diferentes. Unos lo lloran y otros se sienten aliviados porque un factor perturbador y nefasto ha desaparecido del escenario político argentino.
Otro punto fundamental que Kirchner no previó en su construcción política es la continuidad del kirchnerismo. ¡Grave error! No tuvo en cuenta las enseñanzas del creador de su partido: “La organización trasciende al hombre”. Esta frase, Perón la repitió más de una vez.
Kirchner desconocía las modernas técnicas de toma de decisiones o de organización. Manejó el país de la misma manera que lo hizo en Santa Cruz. Como si fuese una propiedad privada en la cual el dueño autoritariamente hacía lo que creía más conveniente.
Es así que con la desaparición de la figura excluyente de Néstor Kirchner, en la cual se concentró durante todo este tiempo la totalidad del poder y no en instituciones fuertes que sobrevivan a la persona, se forma un vacío que difícilmente será cubierto por su viuda.
Los regímenes populistas dependen de las personas y no de la organización ni de las instituciones... y obviamente desaparecen con las personas.
Un prestigioso periódico extranjero, “The Economist” preanuncia que aunque Cristina se presente como candidata en las comicios del 2011, el kirchnerismo como proyecto político, está definitivamente terminado.
La falta de transparencia estuvo presente en su último acto en este mundo.
Circulan versiones de todo tipo sobre cómo fueron sus últimos momentos, algunas verdaderamente descabelladas. Desde un eventual suicidio por encontrarse en una profunda depresión, abrumado por sus numerosos juicios y las insalvables dificultades que veía venir, hasta que se fugó al extranjero para someterse a una cirugía facial y asumir un nuevo nombre y nueva personalidad.
También llama la atención la extraña coincidencia sobre la reciente construcción de un panteón en Rio Gallegos, el velatorio a cajón cerrado y otros hechos y circunstancias sospechosas u oscuras relacionados con el fallecimiento. (ref. Nº 1).
Asimismo se menciona que el féretro que fue velado en Bs. As. podría no ser el de Néstor, dada sus cortas dimensiones, y que el expuesto estaría vacío.
De todas, maneras todo lo mencionado pertenece al anecdotario de esta situación, pero que ratifica la falta de transparencia e información durante la gestión de los Kirchner.
Es indudable, pese a que lejanamente se preveía la posibilidad, que la inesperada y prematura desaparición de Néstor tendrá un considerable impacto sobre la vida política argentina. Con él desaparece el político que marcaba la agenda de la discusión pública y el ritmo de la vida política nacional.
Pero también desaparece el factótum del conflicto permanente, de la escandalosa corrupción, de la falta de diálogo, del engaño y de la falta de transparencia entre muchos otros aspectos negativos de su personalidad.
Los siete años en el poder fue una sucesión enfrentamientos, abusos de poder y despliegue de resentimientos y odio.
Murió un factor de divisionismo de los argentinos y pésimos ejemplos en todo orden. Pese a algunos pocos hechos positivos, no fue en absoluto un buen presidente. Muy por el contrario, teniendo todo a favor, probablemente uno de los peores.
Haciendo referencia al título de esta nota, “No lloremos por él Argentina”. No vale la pena.
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