Antes de la muerte súbita de Néstor Kirchner, los analistas ya habían incorporado que el matrimonio presidencial coexistía con la creciente candidatura de Daniel Scioli.
La desaparición del ex presidente consolida y profundiza este proceso. Un hecho nuevo influye en el mismo sentido. Es que Scioli, en su carácter de Vicepresidente Primero del Consejo Nacional del PJ está, desde ayer, a cargo de la conducción del mismo. Este dato no sería tan trascedente si no estuviéramos a punto de iniciar el año electoral. Tal como están las cosas, la última palabra para organizar las primarias del 14 de agosto y armar las listas de candidatos en todo el país la tiene el gobernador y no la presidente. Tal vez, sin pensar en el deterioro de su salud, Kirchner lo colocó al gobernador como su heredero de la jefatura partidaria y el dueño de la lapicera de las candidaturas. Debajo de aquél está, como vice primero, Jorge Capitanich y -un dato fundamental- Hugo Moyano es el vice segundo, aunque sin mucho acompañamiento, ya que los gobernadores (José Luis Gioja, Sergio Uribarri, etc.) predominan en ese cuerpo. El ascenso de Scioli a la conducción partidaria le puede dar trascendencia nacional a su actual cuota de poder como gobernador. Detrás de él se van alineando dos ejes. Por un lado, están la mayor parte de los intendentes y algunos gobernadores, que ven en el ex motonauta un candidato capaz de ganar la segunda vuelta, lo que es dudoso en el caso de CFK. Pero también Eduardo Duhalde y algunos otros sectores del Peronismo Federal están detrás de la apertura que podría iniciar Scioli borrando los límites entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo. Otros peronistas disidentes, por ejemplo, Francisco de Narváez y Felipe Solá, temen, en cambio, que estos nuevos vientos los marginen del primer plano. El sueño presidencial de Mauricio Macri, paradójicamente, se va desdibujando a medida que crece Scioli.
La dama mueve primero
Ahora la iniciativa la tiene la presidente que, por primera vez, tiene la oportunidad de gobernar sin tutelas. Si el gobierno atenuara su conflictividad con las centrales empresarias, la Corte Suprema, el periodismo y le recortara poder a Hugo Moyano, la presidente recuperaría espacio en los sectores moderados y podría restarle espacio a Scioli. Pero todo indica que la nomenclatura K va a atrincherarse en torno a CFK. La vieja guardia kirchnerista, simbolizada en Julio De Vido, Carlos Zannini y Carlos Parrilli, tiene fundados motivos para suponer que un acuerdo entre Scioli, los gobernadores y los intendentes no sólo los desplazaría del centro de las decisiones sino que los colocaría a tiro de los jueces federales. Obviamente, el jugador más pesado es Moyano, que ahora puede quedar a la defensiva en dos frentes. Los intendentes del conurbano se preparan para resistirlo y los gordos están a punto de iniciar una nueva ofensiva para debilitarlo en la conducción de la CGT.
Tal como están las cosas, el único modo que tendría la presidente de evitar que el poskirchnerismo tome vuelo, es poniéndose ella misma al frente del cambio.
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