La posibilidad de aumentar las retenciones agropecuarias era ayer una de las variables que se manejaban en Olivos.
La legalidad de la medida no soportaría ningún análisis, ya que las facultades delegadas, por ejemplo en este tema, caducaron el 24 de agosto pasado. Pero los Kirchner podría utilizar un DNU y dejar que el campo y la oposición pidan medidas cautelares para suspender la aplicación del decreto. Lo que volvería, sin duda, es el peligro de que los autoconvocados retornen a las rutas y se generalice una situación de desorden similar a la del 2008. El meollo de la cuestión es: ¿se animaría Kirchner a desatar otra guerra contra el campo? La respuesta más probable es que sí. El ex presidente es capaz de cualquier cosa y mucho más para mantener con vida la lógica amigo-enemigo que sustenta el populismo de Ernesto Laclau, el maestro intelectual del matrimonio presidencial.
¿Volver al 2008?
Ayer, la principal hipótesis era aumentar las retenciones, en especial de la soja, de 35% al 42%, como venganza en caso de sancionarse el 82% móvil. Pero aún sin sanción, los halcones K también pedían el aumento para correr a la oposición diciéndole: “Ustedes dicen que emitimos billetes y que la inflación se dispara; con las retenciones buscamos recursos genuinos sobre ganancias extraordinarias”. Esto parece un disparate desde un punto de vista racional, pero otra es la óptica en la Casa Rosada.
CFK tal vez quiere tener la oportunidad de criticar nuevamente a “los piqueteros de la abundancia” y buscar un enemigo importante además de Héctor Magnetto y los Saguier-Mitre. Todo esto como forma de profundizar las contradicciones para concretar la revolución que ellos suponen están viviendo. En el reciente acto en el Luna Park con la juventud K, la presidente expresó la teoría de que estamos viviendo una revolución que la clase media no entiende, alejándose nuevamente de los “morochos”. Secundada por Aníbal Fernández y Timerman y el flamante revolucionario Amado Boudou, ella se define: “SIEMPRE FUI REBELDE”.
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