El último mes antes de las elecciones, la Capital de Santiago vivió un verdadero caos, donde se mezclaban las publicidades abiertas con las encubiertas. Y los ruidos, que llegaron a abrumar a la población.
Las publicidades explícitas eran inmensos cartelones, lujosas camionetas 0 km con parlantes recorriendo la ciudad, equipos de empleados distribuyendo propaganda en todos los barrios, locales pintados con gran ostentación abiertos en todas partes, pasacalles gigantescos.
Las publicidades encubiertas eran centenares de vehículos oficiales, obreros y empleados lanzados a las calles. Rompiendo calzadas, reparando aceras, abriendo caminos o cavando zanjas. Todo lo que no se había hecho en 10 años parecía querer hacérselo ahora, un mes antes de las elecciones.
La saturación publicitaria llegó al paroxismo con la venida de la presidenta y su consorte. Acompañados por un espectáculo gigantesco, encandilante. Luego una caravana por toda la ciudad, en la que se gastaron millones de pesos en transporte y soborno para quienes fueron arrastrados a ella.
Volver a la realidad
Ahora, toda esa parafernalia se ha suspendido. No hay obreros, solamente los carteles, burlones, quedan. Parafraseando el título de un libro de mi padre, Benjamín Zavalía,nos preguntamos : ¿Ahora, qué?...
¿Qué van a hacer los trabajadores con contrato de locación, salarios de hambre y futuro incierto? ¿Qué los enfermos necesitados de asistencia sanitaria con hospitales que no pueden brindársela como corresponde? ¿Alguien en el Poder Judicial dará respuestas por los crímenes cometidos en contra de presos indefensos durante la conocida masacre reciente? ¿Algún juez develará el misterio del empleado de Rentas Domínguez, asesinado por un comando parapolicial? ¿La municipalidad dará respuestas legítimas a sus trabajadores que aún mantiene con salarios del año 2004? ¿Qué harán los centenares de policías desplazados, agraviados por este gobierno, que no sólo les quitó la posibilidad de completar su carrera, sino también la de una jubilación digna?
Esos y muchos interrogantes agobiarán, sin duda, en este mismo momento a la población de Santiago del Estero.
Sin embargo, en el momento en que pudieron resolverlo, en que pudieron salir de la ilusión con que los encandila el gobierno, no lo hicieron. Por atontamiento o confusión, no fueron a votar. Las estadísticas son claras: casi el 50 por ciento de la población no fue a votar. Con lo cual, Zamora sigue gobernando con el veinticinco por ciento de consenso. Lo que significa el apoyo de un sector minoritario de la sociedad.
Los santiagueños debemos comprender esto: nadie nos dará nada, nosotros debemos conseguirlo con nuestro esfuerzo. Es por ello, que debemos participar y no dejar que otros decidan nuestro destino.
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