A comienzos de octubre el gobierno de Santiago del Estero abrió una licitación pública para construir un aeropuerto en las Termas de Río Hondo. Una sola empresa se presentó. Lo cual no deja de llamar la atención, pues el monto destinado para esta convocatoria es superior a los cuarenta millones de dólares, es decir, ciento sesenta millones ($160.000.000). Una cantidad sin duda que no es como para despreciar.
Esta sucesión de megaconstrucciones que vive en los últimos años Santiago del Estero -semejantes de los de la provincia de Santa Cruz-, contrasta con la situación de pobreza general soportada por la inmensa mayoría de sus habitantes.
Atrás y alrededor de la megaterminal climatizada, se apiñan centenares de personas en pequeñas viviendas con recursos apenas lo suficientes como para sobrevivir bajo heladas o aguaceros. Niños descalzos, son alejados de los turistas por guardias siempre alertas.
A los lados de la Autopista Leopoldo Lugones, inaugurada por Kirchner y Hebe de Bonafini días antes de las elecciones locales para intendente, solamente hay "polvo y espanto". Como el aforismo que dio fama a la conocida novela de Abelardo Arias, descriptiva sobre la tiránica época en que gobernó Santiago Juan Felipe Ibarra. Desde la cual, al parecer, los santiagueños no hemos logrado cambiar casi nada.
Aún desde la distancia es posible tener una visión nítida de la triste realidad efectiva de nuestra pobre provincia. Incluso las estadísticas del propio gobierno nacional, demuestran que presenta el más bajo ingreso per cápita de todo el país, como otras estadísticas que demuestran la pobreza y la indigencia de nuestro pueblo.
El nuevo aeropuerto
Podrían argumentarse razones de necesidad industrial o económica. Incluso de índole social, para justificar la construcción de un aeropuerto. En este caso sería totalmente absurdo.
En la ciudad de Santiago del Estero contamos ya con un aeropuerto, utilizado alternativamente, a lo largo de muchos años, por varias empresas privadas o estatales. Los viajes de ida y vuelta a Buenos Aires, se efectúan sólo algunos días de la semana. Ello por la escasez de pasajeros, dado que incluso cuando el avión puede salir, lo hace generalmente con la mitad o poco más de su capacidad rentada.
¿En razón de qué, entonces, vamos a construir otro aeropuerto? ¿Se sueña con seducir al mercado aeronáutico de Tucumán? ¿Se cree que los santiagueños viajarán los 70 Km que los separan de Río Hondo para volar desde allí? ¿Cuando no lo hacen con los 3 o 4 Km que separan al aeropuerto local, siempre vigente, desde el centro de la ciudad?
Ni siquiera razones turísticas pueden esgrimirse para sostener a esta nueva irracionalidad administrativa. El turismo que viene a Termas de Río Hondo, se compone mayormente por jubilados, o personas de la tercera edad, a veces, beneficiarios del PAMI. Esos mismos a quienes la presidenta acaba de quitarles el derecho a su 82 % móvil. ¿Zamora alucina, por ventura, que esa franja de la sociedad optará por el turismo en avión, sólo porque se construya en Río Hondo este lujoso aeropuerto?
Un respetado analista local hizo públicos recientemente estos conceptos:
"Es llamativo que para una obra con ese presupuesto que interesaría a empresas y consorcios de envergadura, se haya presentado una sola oferta a cargo de una modesta SRL como es Mijovi, según la información de El Liberal del día siguiente. Máxime cuando se informa que los pliegos exigen experiencias en estas obras.
"Parece una obra dibujada a medida de esta empresa de uno de los hermanos Sarquiz, que factura cantidades llamativas de obra pública en esta provincia que, con Chaco, Tucumán y Santa Cruz, son las preferidas del ministro de Planificación Federal Julio de Vido para concretar obras en cantidad y a precios, que suelen superar tres y a veces cinco veces el valor real de las mismas.
"En definitiva estamos ante una obra innecesaria, de escasa rentabilidad social, costosa y con sobreprecios." (1)
No nos sorprendería que esto fuera realmente así, dada la tendencia demostrada por el kirchnerimo, a lo que podría llamarse "la ganga de las megaconstrucciones". Su fiel discípulo santiagueño, Gerardo Zamora, parece haber adoptado como doctrina esencial las "razones de Estado" infundidas por sus asiduos visitantes Abal Medina y De Vido.
Mientras tanto
Caminos calamitosos padecen los habitantes del interior. Incluso el importantísimo tránsito con las provincias de Córdoba, Santa Fe, El Chaco o Tucumán, se resiente dramáticamente al hacerlo por rutas obsoletas o inadecuadas. Hace muy poco un desmoronamiento en la ruta nacional que comunica Santiago del Estero con Tucumán, obligó a detener por completo el tránsito por varias semanas. Derivándolo por vías alternativas -asimismo en mal estado-, con graves perjuicios para empresas y población en general, que utilizan diariamente tan vitales vías de comunicación.
¿Cúantas mejoras en rutas nacionales, cuántos caminos imprescindibles para agricultores y ganaderos, cuántos procesos productivos beneficiosos para la población podrían financiarse con esos más de cuarenta millones de dólares que se gastarán en este superfluo aeropuerto?
La ceguera política, el desparpajo gubernamental, la displicencia en el manejo de los asuntos públicos con que se emprende esta nueva exacción a los fondos de todos los argentinos, nos recuerda a otra "gran obra", sin duda paradigmática. La de Anillaco . Construida también por un autoritario del mismo origen que los Kirchner, aunque hoy intenten diferenciarse, con esa gran habilidad para travestirse que siempre tuvieron los del "movimiento".
Esta obsesión absurda por levantar inmensas estructuras edilicias en medio de páramos o villas miseria, se repite una y otra vez como un mal endémico de los gobernantes argentinos. Pero que no debe ser tomada, rápidamente, como si fuera sólo una fatalidad: es, por encima de todo, un negocio. Que arroja inmensos beneficios económicos, concretos, para quienes las perpetran.
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