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domingo, 3 de octubre de 2010

Informe especial sobre inseguridad- Parte 2-Silencio cómplice o pasividad temerosa

Cuando se produce un cataclismo, el sentido de conservación, hace que se trate de escapar de sus efectos y, en ocasiones, se olvide responsabilidades o deberes.

El que actúa, generalmente, lo hace impulsado por las circunstancias o bien, lo que es lo deseable. Las instituciones que actúan con lógica, racionalidad e inteligencia, saben de la posibilidad de los riesgos y peligros a los que pueden ser eventualmente conducidos y, por ello, crean métodos, formas o actividades para paliar efectos o disminuir consecuencias.

Lo primero es saber cuáles son los signos determinantes de la cuestión. En nuestra  sociedad, el signo más relevante, es el incremento de la delincuencia en sus más diversas manifestaciones. El delincuente es el ser que encuentra como forma de su realización el apartarse de la convivencia y actuar sin respeto a sus obligaciones ante sus semejantes. Cuando en una comunidad proliferan los delitos es, sin dudas, la señal más clara de su deterioro y no atenderlo por quienes tienen la responsabilidad de hacerlo, es demostración de falta de sensibilidad, calidad de gestión o, lo que puede ser lo peor, una suerte de complicidad pasiva o activa del gobierno y la policía misma.

Los delitos motivan miedo, que no se debe confundir con cobardía, pues él es lo normal para toda persona que está sometida a la posibilidad de la agresión. La técnica de ocultar los delitos, usada en ocasiones, es una forma de alentar a los delincuentes, que no se dan cuenta que su accionar es tan nocivo que alcanza efectos más allá del hecho en sí.

Cuando aparecen “delincuentes de guante blanco”, siempre en niveles de poder elevados, el tema adquiere características de “corrupción”, ya que, para alcanzar sus fines, necesitan la alianza o la colaboración, cuando no la participación, de alguien en aquella posición. Dada la situación de estos delincuentes, además, gozan de una cierta impunidad o una posible protección, que oculta el delito e impide, consecuentemente, su represión. Es allí donde el silencio obra a favor del accionar delictivo ya que no se expone, se ignora o, quizás, se olvida, con lo que los hechos quedan impunes.

En Sgo del Estero, estos últimos 6 años se incremento la delincuencia, no tan solo la de la clásica criminalidad, sino la proveniente de vicios, oportunidades o tendencias, más o menos embozadas, que llevan a la disociación, la ignorancia y, finalmente, la aceptación a convivir con este flagelo que el gobernador  Zamora incorporo en la sociedad.

El gobierno zamorista se jacta por la tendencia al cambio que busca destruir lo pasado y modificarlo por un incierto futuro. En lugar de innovar para seguir la evolución o apoyar los desarrollos, se modifica sustancialmente lo acordado democráticamente, suplantándolo, por una idea “luminosa”, que enceguece a algunos que se benefician de ella y no tiene en cuenta a aquellos que serán los perjudicados. Esta delincuencia se materializa por la repentina aparición de “potentados”, que tienen fortunas logradas del “favor oficial” originadas en complicidad con el poder.

Lamentablemente nuestra población mantuvo un “silencio cómplice” o no reacciono por una “pasividad temerosa”, lo que lleva a pensar que este es un fenómeno social que es amenazado por este gobierno y temen terminar  igual que  Raúl Domínguez.
El gran interrogante final, ante esta exposición del problema, es tratar de saber si este camino al desastre institucional está claro en los dirigentes y la sociedad, o todos lo aceptamos como inválidos o infradotados por un “silencio cómplice” o una “pasividad temerosa”.

Los santiagueños en los últimos tiempos muestran cada vez menor participación ciudadana, al tiempo que el crecimiento de lo marginal y la elución de responsabilidades, lo que significa una suerte de rebeldía pasiva ante la autoridad a la que se desconoce o que se la considera inútil o inoperable, a lo que ella hace “oídos sordos”, lo que hace válido interrogarse si el “silencio cómplice” o la “pasividad temerosa”, no tan sólo está en la sociedad sino que está en los dirigentes, con los nefastos resultados que ello podrá acarrear.

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